El 19y20 de diciembre como problema de pensamiento actual
Por el colectivo de pensamiento en construcción
Lo que sigue es un conjunto de preguntas reales (reales en tanto sitúan problemas para los cuales no tenemos todavía una respuesta), e hipótesis arriesgadas que tal vez digan más de lo que la prudencia nos haría sostener. Nuestra apuesta es que constituyan un primer movimiento, sólo un primer movimiento, en el proceso de delimitación de un problema de pensamiento que esperamos poder elaborar junto a quienes se sientan convocados por la tarea…
01. Se sabe, aquello que irrumpió se trastoca en mito, que engendra la repetición, y la repetición la costumbre, y la costumbre el rito, y el rito el dogma y el dogma, por fin, la herejía. Hay en toda efeméride un elemento ritual, una idea cíclica del tiempo, que tiende más a la consagración sacra de lo acontecido que a su profanación. Toda efeméride tiende más al dogmatismo que a la apertura. Para bien o para mal, lo recordado tiende a consolar las conciencias. Pero es bien sabido que se da un paso adelante traicionando, es siempre el hereje el que continúa una tradición de pensamiento.
02. Sin embargo, hay algo de esa experiencia que se abre el 19y20 de diciembre del 2001 que todavía nos interroga. Más que una pregunta por la continuidad de la memoria, es una pregunta por la memoria de la discontinuidad. ¿Qué vivimos ahí? ¿Qué mundo cobró existencia el 19y20 de diciembre del 2001? ¿Qué potencias se desplegaron? ¿De qué limites pudimos hacer allí la experiencia? ¿Qué del 19y20 sigue activo en las apuestas colectivas contemporáneas? Siete años después, ¿tenemos respuestas para estas preguntas?
03. El 19y20 habrá sido lo que decidamos que sea. No un punto cero, un amanecer en la historia, sino un nudo.
04. El dogmatismo puede disparar para los dos costados, sea por el lado de enfatizar los límites de aquellas jornadas y sus efectos, sea por el lado de la exaltación militante del asambleísmo. Si la fidelidad es intervención organizada en el tiempo, proponemos hacer del 19y20 un nudo temporal que dio cuerpo a un recorrido militante, a un problema de la militancia; pero no para constatar las esperanzas incumplidas de esos días, ni tampoco para quedarnos aferrados eternamente a esa secuencia.
05. ¿Por donde empezar? Proponemos una posibilidad: Plantear que ese nudo temporal es nuestro obstáculo hermenéutico actual. Ser fiel a lo que allí rompió es construir un puente. Pero todo puente es una entidad artificial, una ficción que muchas veces oficia de imaginario, de encerrona ideológica, más que de apertura. Un puente es, al mismo tiempo, aquello que marca una cercanía, pero también una distancia. Es decir, si hacemos un puente en relación a 19y20 es porque ya cruzamos el río y miramos el camino transitado. ¿Qué se avista, 7 años ha, desde el otro lado? Ante todo problemas.
06. Un primer nudo, una primera cuestión: clarificar problemáticamente, teorizar, la noción de afecto. Se sabe que, desde Maquiavelo hasta acá, hay una separación tajante, en el hacer y pensar político, entre la esfera privada y la pública. La noción de afecto, tal cual la usamos impensadamente, borra esa distancia. Pero todo lo impensado tiene consecuencias.
07. Maquiavelo no separaba ética de política, sino que establecía un corte entre dos éticas distintas: por un lado la ética privada –ligada a la bondad cristiana y las buenas costumbres, que el mismo Maquiavelo, según sus biógrafos, tenía como parámetro de su comportamiento individual-; por otro una ética estrictamente política, autónoma de la sociabilidad establecida. A la palabra afecto la podríamos recuperar por ese lado. Si hay algún afecto que nos reúna colectivamente, ese debe ser un afecto político. Los resultados de la no separación de esas esferas –la privada y la política- los conocemos. Los grupos “afectivos” que se formaron están muchos más cercanos a la reunión de unos adolescentes bienintencionados que a un intento de reconstrucción del pensamiento comunista. No precisamos que el vínculo se imbrique a partir de la buena onda, sino a partir de la disciplina política.
08. El problema estalla cuando el afecto privado, ligado a la heterogénea circulación existencial y sus torniquetes diarios, deja de existir. Se sabe que las relaciones son volátiles. El desfondamiento político de los grupos, es cierto, es anterior a la crisis afectiva. Pero la imbricación de ambos términos oculta ese desfondamiento muy anterior. No hacemos política sólo para no sentirnos solos o para buscar un lugar de contención. La agregación afectiva trastoca al grupo en un ghetto, en una secta identitaria, y por ende, sin política, sin capacidad de alterar la situación. La herencia del 19y20 es también unas formas de congregación grupal cerradas, símil a la ortodoxia partidaria de izquierda, pero sin horizonte ni disciplina.
09. Intentemos enhebrar algunas otras hipótesis. Si el 2008 despliega el presente postestatal del Estado (que asume su nuevo rol: ser un agente más en la dinámica crecientemente compleja del mercado neoliberal) entonces el 2001 es el futuro postpolítico de la autoorganización (es decir, el horizonte actual de las prácticas que toman como punto de partida la creación de formas de vínculo social en medio de la dispersión). ¿Qué entender por “futuro postpolítico”? Que, en condiciones de dispersión (sin ordenamiento social estatalmente instituido que subvertir mediante una ruptura política) la política sólo es eficaz cuando viene después de un proceso instituyente de un modo de existencia colectiva.
10. Otro nudo, otra cuestión: El antiintelectualismo –revival, algo indigesto, de lo peor de los 70’- también fue un emergente de diciembre 01. Es, ante todo, un elemento bárbaro. La estupidez, la pereza intelectual, es una forma de opresión grupal, fogoneada por la urgencia del hacer. La inteligencia, la potencia del cráneo y de los ojos, es una praxis emancipatoria. La estupidez es opresiva y contagiosa. Hay quien dice por ahí que, ante tantos actos para nada, quizás sería interesante pensar las potencias revulsivas de la inacción. Por supuesto que exagera…Pero es una exageración que mueve al pensamiento.
11. La esencia reactiva y/o bárbara del antiintelectualismo contestatario, hacer para nada, hacer para que nada cambie, hacer sin pensamiento conlleva el problema principal de ser un gran adormecedor de nuestros problemas contemporáneos. El adormecimiento del espíritu crítico se trastoca en optimismo. El optimismo es un gesto antiintelectual, el optimismo es un gesto bárbaro. No hay, una mirada digna del género trágico no puede dejar de afirmarlo, posibilidad de alivio. Las decisiones del pensamiento exigen semejante coraje que impiden tenderle la mano a la liviandad reactivo-antiintelectual medioambiente. Una decisión de pensamiento implica un riesgo alocado, que no coincide con ningún optimismo. Precisamos organizar el pesimismo.
12. Sin embargo, el problema del giro antiintelectualista no es su poco saber. Sabe, quizás, demasiado. Sabe, ante todo, los gestos y los modos de existencia durmientes de quién decidió no pensar. Siempre es más tranquilizador, ante la ruptura de vínculos que prescribe el pensamiento de la política, el combate por una u otra orientación política, el decidir por la almohada de la tranquilidad grupal. Para romper con esa configuración subjetiva, no se precisa más formación, sino otro pensamiento. Acá los nudos se tocan, pues la imbricación arriba reseñada entre afecto y política hace que cualquier discusión política, cuando las hay, se entiendan como ataques personales.
13. Por otra parte, en un año de piquetes y cacerolazos también se impone la pregunta por los procedimientos. Si la estrategia del Estado post19y20 hacia las experiencias de autoorganización fue intentar retrotraerlas a modalidades de politización pre19y20, la táctica de un sector del capital (rentistas y empresarios agrícolas) consistió en la construcción de un movimiento de masas mediante la apropiación del repertorio de modos de lucha centrales durante la secuencia política inaugurada el 19y20. Sería posible argumentar que las cacerolas simplemente volvieron a su lugar de origen (Marcha de las Cacerolas contra el gobierno de la Unidad Popular en Chile, 1971). Pero la memoria inmediata de los cacerolazos los sitúa como banda sonora del “que se vayan todos”. ¿Se trata simplemente de procedimientos en sí mismos neutrales apropiables por las fuerzas coyunturalmente activas? ¿O existe además un efecto de resignificación del contexto previo en la apropiación bajo el nuevo contexto?
14. Sumemos otro interrogante: ¿en qué medida nuestro posicionamiento actual frente al 19y20 (fidelidad, renegación, ocultamiento, etc.) incide en los modos de participar en las experiencias de autoorganización contemporáneas? La renegación, que termina viendo mayores continuidades que discontinuidades. El ocultamiento, que intenta hacer desaparecer las consecuencias de los sucesos a partir de una referencia a una consistencia identitaria ahistórica (desde una “gran” identidad de clase, género u origen étnico a una “pequeña” identidad de grupo o estrato). La fidelidad, que desea extraer de forma creativa todas las consecuencias posibles de lo sucedido, intentando forjar con ellas un nuevo presente. Estrategias subjetivas diversas que tal vez permitan leer más de nuestra actualidad de lo que creemos en primera instancia.
15. Si la apuesta subjetiva, en relación al 19y20, es la fidelidad, la interrogación se vuelve más intensa aún: ¿cuáles podrían ser las consecuencias de aquella experiencia en este presente tan heterogéneo? Deductivamente, pensamos que se tiene que tratar de un problema de invención. Las consecuencias de un proceso inventivo se deducen a la par que se inventan. Pero ¿con qué criterios leer el grado de conexión -el grado de consecuencia- de las invenciones políticas en curso con el 19y20 sin hacer del 19y20 un modelo (que nos llevaría a la vía de la repetición alejándonos de la invención que está en el centro del 19y20 mismo)?
16. No hay destino escrito en nuestra época. La dispersión como palabra indicadora de nuestra situación oficia muchas veces más que de diagnóstico, de justificación de nuestros límites. Como toda generación, estamos condenados, no a dispersarnos, sino a errar.
rosario, diciembre del 2008