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Traducción: Celia Tabó
El colapso interminable
El centésimo aniversario de la Revolución Soviética coincidirá probablemente con el colapso global. La recuperación anunciada con frecuencia no llega, y una ola derechista con trasfondo racista está en ascenso.
El colapso del capitalismo será interminable y enormemente destructivo, siempre y cuando no emerja una nueva subjetividad y no se desarrolle un modelo social diferente. La subjetividad que en el siglo XX fue expresada por los movimientos de los trabajadores, hoy aparece tan desintegrada que no podemos imaginar ninguna recomposición posible en un futuro próximo.
Los levantamientos anti financieros de 2011 no lograron revertir la ruta del saqueo financiero, y los partidos de izquierda europeos aceptaron las políticas de austeridad, aunque esta traición sea probablemente la que provoque su derrota final.
Las dinámicas que condujeron al ascenso del nazismo y luego a la Segunda Guerra Mundial están atrás. Los partidos nacionalistas contemporáneos se hacen eco de lo que Hitler les dijo a los empobrecidos trabajadores alemanes: ustedes no son trabajadores derrotados y explotados, ustedes son guerreros y ganarán. No ganaron, pero destruyeron Europa. No ganarán tampoco ahora, pero están a punto de destruir el mundo.
El progresivo empobrecimiento de la sociedad no es una necesidad natural sino la consecuencia de las políticas de acumulación de las finanzas. El modelo neoliberal se implementa a sí mismo por fuerza del automatismo, mientras el consenso se va derritiendo. La edición de The Economist de julio de 2016 contenía una nota, “Anarquía en el Reino Unido”, donde admitía la bancarrota de la globalización neoliberal. Los síntomas son visibles: estancamiento, sobreproducción y luego deflación; recesión al acecho.
Las fuentes del estancamiento y del desempleo –saturación del mercado y como consecuencia la reducción necesaria del tiempo de trabajo- no son tendencias inherentemente negativas en sí mismas. Por el contrario, desde la perspectiva de la utilidad social esto prueba que la era de la escasez ha terminado y que es inminente la emancipación del tiempo humano del trabajo alienante. El fundamento material ahora existe por la gente que consagra su tiempo al cuidado de los otros, el cuidado de sí mismo, la educación, y otras actividades fuera del mercado.
El capitalismo, sin embargo, es semióticamente incapaz de implementar las potencialidades inherentes al conocimiento y a la tecnología: su dinámica tiende de hecho a contener esas potencialidades dentro de las viejas infraestructuras de crecimiento y acumulación. En consecuencia, transforma las potencialidades de conocimiento y tecnología en factores de escasez y destrucción.
Esta distorsión ha empobrecido a la sociedad europea y está dando rienda suelta a una reacción antiglobal que está alimentando resentimiento, fascismo y guerra. ¿Qué sucederá después?
1917 no sucederá otra vez
El Palacio de Invierno está vacío en la era del poder bioinfopolítico. Pero debemos reconsiderar 1917, porque la Revolución soviética estableció el paradigma que presidió el panorama político de los últimos cien años: la clase obrera organizada por la vía de los partidos políticos como parte de una vanguardia social, que busca la toma por la fuerza del poder central y para volcarlo en contra de la clase capitalista. La visión que Lenin expresó en sus escritos (en particular en ¿Qué hacer?): una estrategia militar para la lucha de clases. Este movimiento táctico permitió al partido bolchevique tomar el poder por la fuerza, pero este fue también el error estratégico de Lenin, y quizás su crimen. El partido leninista dio nacimiento a un Estado y a un ejército, pero la determinación de Lenin convirtió a la lucha de clases en guerras, sofocando de ese modo los procesos de autonomía revolucionaria en Alemania, en Italia, e inclusive en los Estados Unidos, donde la IWW (Industrial Workers of the World) estaba expandiendo su organización social.
Con el propósito de ganar la guerra desatada por la revolución leninista, el capitalismo occidental fomentó el fascismo en contra de la clase obrera.
Sabemos la historia de lo que pasó: el comunismo soviético y el capitalismo angloamericano fueron forzados a aliarse. Y luego la democracia derrotó a la Unión Soviética. En la segunda mitad del siglo pasado, la democracia emergió como la mitología ganadora, pero su triunfo no fue el último. La reforma neoliberal arrancó cancelando la democracia en Chile, el 11 de septiembre de 1973, y siguió anulando la democracia en todo el mundo (incluyendo a Grecia en julio de 2015). La dictadura de la abstracción por encima de la vida concreta emergió bajo la etiqueta de la gobernanza neoliberal, la cual se instaló más o menos pacíficamente hasta los comienzos de los años noventa. A partir de la crisis de la burbuja en marzo de 2000 y el nuevo 11 de septiembre en el primer año del nuevo siglo, el panorama internacional se ha fragmentado en innumerables identidades en conflicto que ahora están a punto de explotar en una guerra civil global.
Colonialismo e internacionalismo
Zbigniew Brzezinski, consultor del presidente norteamericano Jimmy Carter, escribió libros importantes sobre el panorama de la política mundial. En 1993, publicó Fuera de control: Confusión mundial en vísperas del siglo XXI, un libro en el que subvierte el optimismo prevaleciente en este período y predice una proliferación incontrolable de conflictos de identidades.
En una reciente edición de The American Interest, Brzezinski publicó un ensayo titulado “Hacia un realineamiento global”. No obstante el insípido título, el artículo contiene una consideración dramática que puede ser resumida como sigue: después de siglos de dominación y violencia colonial, las antiguas colonias demandan la restitución moral y económica a lo que Occidente se muestra renuente e incapaz de pagar. La deuda histórica concreta que tenemos con aquellos que hemos explotado no puede ser pagada porque estamos obligados a pagar nuestras deudas financieras abstractas.
El ensayo de Brzezinski tiene un estilo elegante, pero sus palabras son terribles e inequívocas. Amerita ser citado con detalle:
La atención especial debería estar focalizada en las masas impulsadas políticamente de modo reciente desde el mundo no occidental. La memoria de las largas políticas represivas está alimentando, en gran parte, a un repentino y muy explosivo despertar energizado por los extremistas islámicos de Medio Oriente, pero lo que está sucediendo hoy en Medio Oriente puede ser el comienzo de un fenómeno más amplio que surge de África, Asia, y también de los pueblos precoloniales del hemisferio Este.
Las masacres periódicas de sus no tan lejanos ancestros a manos de colonizadores y de sus socios buscadores de riquezas, en gran medida provenientes de Europa occidental (países que hoy son, aun tentativamente, mucho más abiertos a la cohabitación multiétnica), dentro de los pasados dos o muchos más siglos, consistieron en la masacre de pueblos colonizados en una escala comparable con los crímenes de la Segunda Guerra Mundial Nazi: literalmente comprende a cientos de miles y hasta millones de víctimas. La autoafirmación política, marcada por el ultraje retardado y el dolor, es una fuerza poderosa que ahora está apareciendo, sedienta de venganza, no solo en el Medio Oriente islámico sino también, es probable, más allá de estos territorios.
Durante el siglo XVI, debido principalmente a las enfermedades traídas por los conquistadores españoles, la población del imperio azteca –el actual territorio mexicano- disminuyó de 25 millones a aproximadamente un millón de habitantes. De modo similar, en América del Norte se estima que el 90 por ciento de la población nativa murió durante los primeros cinco años en contacto con los colonos europeos, principalmente como consecuencia de las enfermedades. En el siglo XIX, varias guerras y reasentamientos forzados mataron a 100 mil personas. En la India, entre 1857 y 1867, se sospecha que han matado más de un millón de civiles como furiosa represalia por la rebelión india de 1857. La Compañía Británica de las Indias Orientales utilizó la agricultura de la India para cultivar opio, forzando en consecuencia como resultado en la China la muerte prematura de millones, sin incluir las bajas chinas impuestas directamente en la Primera y Segunda Guerra del Opio. En el Congo, donde estaban los bienes personales de Leopoldo II, el rey de Bélgica, 10 y 15 millones de personas fueron asesinadas entre 1890 y 1910. En Vietnam, investigaciones recientes indicarían que entre uno y tres millones de civiles fueron asesinados desde 1955 hasta 1975.
Así como los musulmanes del Cáucaso, desde 1864 y 1867, el 90 por ciento de la población circasiana fue violentamente expulsada de su territorio y entre 300.000 y 1.5 millones también muertos por hambruna o fueron asesinados. Entre 1916 y 1918, decenas de miles de musulmanes fueron ejecutados cuando 300.000 musulmanes turcos fueron obligados por las autoridades rusas a atravesar las montañas de Asia Central y China. En Indonesia, entre 1835 y 1840, los ocupantes holandeses mataron alrededor de 300.000 civiles. En Argelia, a lo largo de los 15 años de guerra civil, entre 1830 y 1845, la brutalidad francesa, el hambre y las enfermedades mataron 1,5 millones de argelinos, casi la mitad de la población. En la vecina Libia, los italianos enviaron a cirenaicos por la fuerza a campos de concentración, donde se estima que han muerto de 80.000 a 500.000 personas entre 1927 y 1934.
Más recientemente, en Afganistán, entre 1979 y 1989, se estima que la Unión Soviética debe haber matado alrededor de un millón de civiles; dos décadas más tarde, los Estados Unidos han matado 26.000 civiles durante sus 15 años de guerra en Afganistán. En Irak, 165.000 civiles han sido asesinados por los Estados Unidos y sus aliados en los últimos 13 años. (La disparidad entre los números reportados de muertes infligidas por los colonizadores europeos, comparados con los de los Estados Unidos y sus aliados en Irak y Afganistán, pueden deberse en parte a los avances tecnológicos que resultaron en un uso más productivo de la fuerza y en parte también como un cambio en el clima normatizado mundial.) Tan chocante como la escala de estas atrocidades es cuán rápido Occidente se olvidó de ellas.
Estoy de acuerdo con el diagnóstico de Brzezinski, pero olvida decir que en el siglo XX surgió el internacionalismo como un camino de advertencia sobre las características del conflicto global que describe. Solamente el sentimiento internacionalista de los obreros podría evitar un baño de sangre internacional. Pero el comunismo ha sido derrotado, y el camino internacionalista fue disuelto. Enfrentamos ahora una guerra de todos contra todos para el beneficio de nada.
Subjetividad deprimida
Después de la disolución del comunismo, la mitología de la competencia y las grandes ganancias sin límites sacó ventaja. Pero después de 30 años, esta mitología cayó totalmente en bancarrota. La subjetividad de Occidente está furiosamente deprimida, y Jonathan Frazen explica el porqué:
La gente viene a este país por algo de dinero y de libertad. Si usted no tiene dinero, usted aferra a sus libertades toda su furia. Aún si fumar lo mata, aún si usted no puede mantener a sus niños, aún si sus niños son derribados por maníacos armados con rifles de asalto. Usted puede ser pobre, pero la única cosa que nadie puede sacarle es la libertad de joderse la vida por cualquiera sea el camino que usted quiera. Esto es lo que Clinton dilucidó, que nosotros no podemos ganar las elecciones marchando en contra de las libertades individuales. Especialmente no contra las armas, en realidad.
La promesa del éxito económico se cumplió solo para una pequeña parte de la sociedad. Para los perdedores significó precarización, neuro-explotación, baja de los salarios y más trabajo. Pero los perdedores están reclamando sus libertades personales, y en los Estados Unidos esto significa, primero y por encima de todo, la libertad para guardar armas y resistir con ellas.
Con la disolución de la visión internacionalista, cada uno regresa al clan, étnico o virtual, y cada uno se prepara para protegerse a sí mismo contra la próxima invasión. Después del abandono del horizonte universal de la modernidad iluminada, las subjetividades en conflicto ahora se mantienen unidas por la fe en sus pertenencias.
Programa
Mientras que la actividad mental es capturada por la economía, y el grueso del trabajo actual es semiótico, la reflexión es absorbida y asimilada y reducida a trabajar. En el pasado, el obrero no estaba mentalmente comprometido en sus tareas de modo directo. Los semio-trabajadores actuales, sin embargo, están obligados a comprometer sus facultades mentales en los procesos automáticos de producción.
Solo una fractura en el sometimiento de la conciencia cognitiva sobre el paradigma de la competencia puede abrir ahora un proceso liderado por una auto-organización de trabajo cognitivo autónoma. La emancipación del conocimiento-fuerza representa la única oportunidad de derrotar el sistema neuro-totalitario en su producción.
La tarea del futuro es reinventar el proceso de subjetivación. Esta reinvención debe partir desde las extendidas condiciones de padecimientos mentales, y desde el descubrimiento de niveles nuevos de acción política. El concepto de programa ha estado mucho tiempo instalado en el núcleo de la acción política. La palabra “programa”, en el siglo pasado, se refería a un conjunto orgánico de proyectos que imponían las políticas al cuerpo social. Ahora, deberíamos pensar en un “programa” en términos de un softwaresocial: un algoritmo basado en las necesidades sociales y dirigido al bienestar social, en oposición al algoritmo financiero prevaleciente en la actualidad. Solamente un algoritmo por la emancipación puede reemplazar al actual algoritmo de la explotación financiera.
La programación (en el sentido de un softwarepara el proceso productivo) es la actividad específica de los trabajadores cognitivos. La autonomía de las prácticas de programación es el proyecto político que debemos perseguir. Pero sabemos que la autonomía de las prácticas presupone la autonomía del sujeto.
En Silicon Valley global, millones de trabajadores cognitivos están diseminados mundialmente: esta es la subjetividad que puede subvertir la dictadura financiera.
Nosotros debemos ver en Silicon Valley global lo mismo que vio Lenin en la fábrica Putilov en 1917, lo mismo que vieron los rebeldes del movimiento autónomo italiano en la planta Mirafiori de Fiat , en la década de 1970: en el núcleo del proceso de producción, en el lugar donde se ejerce el máximo nivel de explotación, es donde puede desencadenarse el más elevado potencial transformador.
Mientras las políticas actuales son impotentes y los Estados-nación no pueden controlar los flujos semio-financieros, Silicon Valley global ha reinstalado a los gobiernos del pasado. Sin embargo, Silicon Valley global no es un lugar sin conflictos: en sus plantas desterritorializadas, millones de trabajadores cognitivos pueden desarrollar una nueva forma de concientización y una nueva dinámica social basada en la reducción del tiempo de trabajo, en la recuperación de los salarios y en la implementación completa de la tecnología y la automatización.
El desafío es crear esta concientización entre los trabajadores cognitivos: desde sus padecimientos mentales puede surgir un despertar ético. Y en el despertar ético de millones de ingenieros, artistas y científicos yace la única posibilidad de advertir una regresión aterradora, cuyos contornos entrevemos a nuestro alrededor.