8M en Guadalajara: de cómo los cuerpos alumbraron la calle // Ita del Cielo

Lo que parece generación espontánea en el tercer llamado internacional de Huelga Feminista, no lo es. Para que un torrente de miles de mujeres pusiera el cuerpo con tanto ímpetu en las calles, hubo atrás un proceso organizativo tejido con paciencia, asamblea tras asamblea, acuerdo sobre acuerdo. Palabras cuidadosamente escogidas, gestión de tiempos y modos.

Acuerpadas en la red Yo si voy 8 de Marzo –nacida en 2014– el núcleo organizador de las jornadas del 8M en la capital jalisciense, tras seis asambleas públicas y abiertas, decidió ocupar la Avenida Alcalde. Justo a un costado de la catedral emblema del conservadurismo católico, un enorme pañuelo verde anuncia la entrada al territorio rebelde: la maternidad será deseada o no será.

Frente a la Rotonda de las personas ilustres -un redondel con quince estatuas en su mayoría de hombres destacados de la región- fueron montadas tres carpas: Vulva, Deseo y Libertad para impartir talleres. En algunos se trata de involucrar al cuerpo en todos la reflexión a través de la palabra: “Juego de pelota feminista”[1], “Microtaller de poesía de autorretrato”, “Feminismo como práctica transformadora”, “La Vulva: posibilidades del placer”, “Ecofeminismo”, “Tejer como forma de sanar”, “Mapeo colectivo” “Qué es el género” “Línea del tiempo”, entre otros.

Por ejemplo, Abril del Ángel, explica la hipótesis de la ecología feminista: “la naturaleza está igualmente oprimida que las mujeres por el sistema patriarcal”, en este escenario la crisis ambiental sería el resultado de las relaciones desiguales que hay entre hombres y mujeres, como las hay del ser humano con el entorno natural. La conversación colectiva intenta conectar las luchas que han encabezado las mujeres en defensa de los bienes comunes, como en Tariquia, Bolivia –contra el extractivismo petrolero—como en Cherán, Michoacán –en defensa del bosque– donde son Ellas, las primeras que salen para defenderlos frente a la tala clandestina. Se trataría entonces de pensarnos como parte de la naturaleza defendiéndose.

De forma más discreta otras dos carpas acompañan la jornada: una donde se compartirá la comida y otra habilitada como ludoteca/guardería a cargo de varones. A las 5 de la tarde, cuando la temperatura ha bajado de los 30 grados, las estatuas del redondel fueron intervenidas con pañuelos verdes. Minutos después en el Paseo Alcalde un grupo de mujeres cuelga un paliacate[2] en el rostro de una estatua monumental: “Nosotras con las zapatistas”.

Marea de emociones

La Perla de Occidente, como se le conoce a esta ciudad,  la tercera más grande de México, ubicada a unos 500 kilómetros al Este de la capital, se caracteriza por haber sido por años fiel territorio católico y región apta para lavar dinero proveniente del narcotráfico. “Jalisco tierra de Mariachi, Tequila y feminicidio” apunta acertadamente una activista. En los últimos años, el azote de la violencia paraestatal, lo que la narrativa mediática llama “delincuencia”, ha provocado la ausencia de mil quinientas mujeres. Apenas es enero y ya faltan 24 mujeres que han sido asesinadas tanto en espacios domésticos como públicos.

Quizá por ello sorprenda más la radicalidad y audacia –ante los ojos de los incrédulos— con las que flujos de mujeres jóvenes tomaron las calles del centro histórico el pasado viernes, con la intención de romper la gubernamentalidad del miedo. La potente manifestación encabezada por la consigna: ¡Organizadas paramos la violencia! culminó en un coro de miles de voces en la Glorieta de los y las desaparecidas, donde por lo menos dos mil cuerpos rebeldes prendieron una luz, para recordar la llama encendida en el Encuentro Internacional de mujeres que luchan, realizado el año pasado en el Caracol Morelia.

Si en cada localidad el llamado internacional de Huelga Feminista tomó formas singulares al reclamar la calle, en Guadalajara la propia manifestación ofertaba ya una serie de prácticas para buscarle un apellido al feminismo. En la vanguardia, entusiasta batucada de mujeres con orígenes y edades diversas van sabiendo encontrar su ritmo, sus garrafones a modo de tambores retumban el détournement: “¡No-que-re-mos ma-chos-que-nos-asesinen!”.

Atrás, las pancartas sacuden las mentes: “Ya párese señora” “No es histeria, es historia”, “Nos enseñan a ser rivales, decidimos ser aliadas”, “Orgasmo: derecho divino”, “Educación sexual feminista”.

El bloque lesbofeminista a todo pulmón, reclama existencia lésbica: ¡Pucha[3] con pucha, lesbianas en la lucha! ellas proponen amar a las mujeres como política sexual elegida “porque nos sabemos merecedoras de amor, placer, y fuerza”.

Enseguida, una compañera del bloque antiespecista, vestido de negro, sostiene el dibujo de una manada de animales no humanos al lado de una mujer: “mi cuerpo no se come, no se viola, no se vende”.

Luego están las familias de las ausentes, acompañan y sostienen por tres horas un tendedero caminante de siluetas para hacer presentes a mil 500 desaparecidas en la entidad. El grito desesperado de este bloque provoca escalofríos: “¡Señor, señora no sea indiferente se mata a las mujeres en la cara de la gente!

Al fondo colectivos mixtos –zapatistas, comunistas. “Patriarcado y capital, alianza criminal”, sostiene un chico militante quien marcha como aliado.

 

Los pañuelos, negro, verde, morado, rojo, coloreados minutos antes de la marcha. La intervención performática que incluía látigos y carne de bistec de cerdo como metáfora viviente del consumo masculino de cuerpos feminizados. Lo que podría parecernos soliloquios fragmentados, pueden ser leídos también como pétalos que coexisten.

El sol aún no se oculta, en la parada de la calle Federalismo se busca encender las primeras lucecitas dirigidas a las zapatistas: “les pensamos, les respetamos y les acompañamos”. Ahí, un contingente se suma con un enormísimo banner: “¡No a los megaproyectos! Luchar, resistir, el acuerdo es vivir”.

Como si fuera presagio antes del anochecer, la tonalidad de la tarde transitó a cielo violeta. A su paso por el edificio de la Universidad de Guadalajara, la rabia estalla: “¡No más acoso en la universidad!”, exige el numeroso contingente de jóvenes estudiantes

Política de contagio

Lo que mostró el despliegue sincronizado de cuerpos rebeldes y organizados esta tarde es creación e inteligencia colectiva. A cada quien según su capacidad, de cada una según su interés. Una especie de autopoiesis. Pero ¿de qué se nutre? ¿Serán los años de experiencia de las veteranas, será el ímpetu de las más jóvenes, será la necesidad de buscar otra forma de vida, será la claridad política de algunas? “Lo que nos ha dado fuerza es la amistad”, reflexiona Evelyne Herrera, desde la Comisión de Logística.

Pero y, ¿cómo gestionar las diferencias realmente existentes entre mujeres? Las jerarquías a ratos de diluyen, a ratos se tensionan. Más que la edad o el origen, son las formas, cuidar las formas. “A veces reproducimos lo que hemos aprendido de las organizaciones políticas de las que venimos”, y a pesar del cansancio reconoce su propio esfuerzo por no “tirar la toalla” durante el proceso organizativo. Identifica que han sido en los círculos de estudio –convocados después de la visita de Silvia Federici a Guadalajara— realizados en el espacio feminista Cuerpos parlantes, donde se ha afianzado un potente lazo entre mujeres.

Se trata de una “política de contagio”, explica con agudeza Fernanda Justo Hernández, activista  de la Organización del Pueblo Trabajador, ella insiste en que el feminismo es justamente una práctica transformadora inserta en una lucha más grande, la anticapitalista y antirracista, de ahí la necesidad de buscar alianzas.

¿Qué hay de común en la experiencia de la manifestación? Para Sarai, diseñadora y fotógrafa, oriunda de Mazatlán, la manifestación se trata  de “un espacio seguro cercano al corazón”, y al mismo tiempo “un lugar triste porque estamos marchando por las mujeres que ya no están, que quizá no pudieron alzar la voz”. Y es que además de las pasiones tristes, el maquillaje y la brillantina, las máscaras, las flores,  forman parte de una ritualidad alegre y festiva. Encontrar juntas una pulsión de vida para no “sofocarnos con el dolor”. El cuidado de las otras está presente: hay una chica que pregunta si te has puesto bloqueador solar, pues los rayos aún arrecian. Carteles improvisados y esténciles cuidadosamente preparados para intervenir los muros, recuerdan que no todo está bajo control, que los desbordes son parte del contagio.

Desde otra perspectiva, igualmente situada, la veterana Belinda Aceves Becerra, de oficio bibliotecóloga acompañada de la colectiva Mujeres Insurgentes, organizó el taller “La línea del tiempo de los derechos de las mujeres”, un recorrido que si bien comienza en Europa con Olimpia de Gouges abarcó las geografías de Medio Oriente y México. “Hay que entender que el patriarcado ha estado a lo largo de la historia, y hay que reconocer también donde estaban nuestras abuelas, madres y en que momento nacimos”. Arelly y Adanelly, dos hermanas de 19 y 21 años originarias del pueblo de San Marcos, relatan que fue en la ciudad donde conocieron el feminismo gracias al tema de la menstruación. Acudieron al taller de Belinda donde descubrieron, a modo de diálogo intergeneracional, que “esta lucha no es de unas cuantas, sino de miles de mujeres a través de la historia”.

De la lucecita vendrá una llamarada

Si la consigna de las manifestaciones de izquierda sacrificial rezan así: “ésta marcha no es de fiesta, es de lucha y de protesta”. El pasado 8 de marzo quedó claro que la acción feminista está renovando el lenguaje de las protestas callejeras. Puede que el dolor y la tristeza por las ausentes convoque a muchas, pero lejos de quedarse sumidas en la impotencia, aparece la digna rabia.

Caída la noche, se encienden las lámparas integradas en cientos de teléfonos móviles, éste es el modo urbano para responder la pregunta zapatista que a contrarreloj obtuvo centralidad simbólica en las acciones ¿Dónde está pues tu lucecita que te dimos?

El coro repite al unísono con júbilo: «Compañeras, hermanas, cuando estamos juntas se encienden dentro de nosotras, poco a poco, unas lucecitas. Son las que nos dieron las mujeres zapatistas que resisten desde las montañas de Chiapas, pero son también las que nos han dado todas las mujeres que luchan en el mundo. Quizás no siempre sea fácil ver estas lucecitas, pero en el centro de ellas hay fuegos que arden y que se buscan para crecer. De nuestro tejernos vendrá una llamarada y brillará todo.

Al finalizar la marcha, todavía hay energía para la fiesta, Cuerpos parlantes, un espacio clave para esta jornada,  se habilita para una celebración no-mixta. Las DJs inyectan ritmo a lo que se vive como todo un éxito colectivo. El núcleo organizador mueve las caderas gozosamente.

 

[1] Hace referencia al juego de pelota que tuvo orígenes con los pueblos mesoamericanos

[2] Pañuelo con diseño hindú, utilizado para cubrir el rostro de los militantes zapatistas

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