La guerra invisible de las comunas venezolanas según Marco Teruggi // Diego Sztulwark

Un libro inteligente sobre Venezuela. Mañana será historia. Diario urgente de Venezuela (Editorial Sudestada, 2018) se aleja tanto de esa sospechosa exaltación de lo popular, que en el fondo encubre subestimación y paternalismo, como del desprecio oligárquico de lo plebeyo presente en la crítica liberal conservadora o progresista. Pero sobre todo, se desmarca de un tipo de escritura argumentosa que todo lo puede explicar mechando datos, conceptos y anécdotas. El diario de Teruggi no es un clásico libro de interpretación, ni pretende dar respuestas doctrinales sobre qué tipo de cosa es lo bolivariano. El interés de su escritura consiste en su capacidad para transmitir la fuerza de un proceso en marcha, de un movimiento incierto; un mismo impulso parece surgir de  las comunas venezolanas y de la voz coral que Teruggi registra.

Si en el título mismo el autor liga una expectativa y un abismo a un deseo de historia, en el desarrollo de su relato nos sumergimos en una cotidianidad caotizada, agitada por un tejido de signos –paisajes, rostros, frases, historias, tensiones– que describe una guerra de otro modo inaprensible, invisible. De a poco, el enemigo va emergiendo de su intangibilidad, de esa dispersión de  actos de boicots, sicariato, drones, contrabando, desabastecimientos que se presentan como episodios inconexos o desgobierno, y promovidos por sectores de la población de altísimos ingresos que se manifiestan públicamente en actos organizados para luego desvanecerse y regresar a sus hogares, en barrios substraídos de la vida pública.  ¿Los visibles contra los invisibles? Nunca nada es tan sencillo. Porque en esa guerra ocupa un lugar –más visible y menos heroico– cierta burocracia –o burguesía– bolivariana, que Teruggi no deja de advertir, sin escapar a las complejas contradicciones que este señalamiento implica.

Las crónicas, breves y muy bien escritas, nos trasladan por momentos a escenas de crisis que conocemos bien, espacios confundibles con barriadas conurbanas, o a esa clase de creatividad propia de tiempos de escasez del tipo socialismo a la cubana. Cada fragmento, cada día de este diario nos introduce en un universo singular, poblado de figuras concretas de lo popular en lucha. Fotogramas de lo plebeyo en acto. Sin neutralidad, reponiendo en cada caso la materialidad del proceso de movilización. Extraña guerra, de una violencia cotidiana y a la vez contenida. Una guerra total, nunca del todo declarada, que conecta una enemistad abierta por medio de acciones clandestinas, articulada con la oposición política junto a los gobiernos de EE.UU. y de Colombia (¿habrá que agregar ahora a Brasil?), se solapa con lo que Teruggi denomina “el pantano estatal”, en el que cuadros de la burocracia obstaculizan la revolución desde abajo delimitada con nitidez en las comunas. En otras palabras, el antagonismo último que se despliega en Venezuela solo puede ser captado en toda su racionalidad cuando se perfora el estatismo socializante para dar con aquello que late en el corazón de las multitudes:  el autogobierno.

Este proceso es el que desea contar Teruggi. Se trata de un relato necesario, que rompe el binarismo simple entre chavismo y antichavismo, y abre nuevas perspectivas más complejas y radicales, más próximas a lo que necesitamos comprender: la irrupción y persistencia de un movimiento aberrante, es decir, una lógica nueva imposible de aprehender sin perforar el bloqueo de la comunicación «ideológica» convencional. La investigación política no puede renunciar a la sugerencia de Rodolfo Walsh (mencionado en el libro) de emplear todos los recursos estéticos de las artes de vanguardia para literaturizar al héroe colectivo.

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