Anarquía Coronada

Territorios maradonianos // Diego Valeriano

Existen territorios maradonianos. Nápoles, Bangladesh, unos rochos en una moto rompiendo la noche, las paredes de la cancha del Lobo, un enfrentamiento con la policía en París, un gesto cualquiera de desobediencia, un 15 en Cuartel V. Territorios colectivos, festivos, de lucha, a veces íntimos, a veces multitudinarios, a veces autodestructivos. Algo espiritual difícil de definir, casi místico. El furgón llegando a Flores, una astilla, un motín, una charla, un abrazo. La noche. 

En los territorios maradonianos no se habla de la guita que le sacaron, ni de herencias, ni de abogados, ni de ADN. No tele, no patrullero, no panelistas, no vigilantes. Ni masterchef, ni AFA. A veces ni se habla de él. Se lo festeja, se lo recuerda, se lo intuye. Si hay que perdonar algo, se perdona. ¿Quiénes somos para no hacerlo? Se brinda por él, se canta y se vuelve a brindar. Se toma y se grita su nombre. Territorios gilada, manija, milonga. 

Son territorios amorales cargados de gestos, códigos, cuerpos fiesta, desobediencias en la piel y palabras nuevas. Es todo lo que se arma y desarma alrededor de un mural, de una charla infinita de Palomar a Sol y Verde, de cualquier segundeo a una amiga. Momentos, lugares, espacios, afectos. Un estado de ánimo, las ganas de seguir, de plantarse y alguien que invoca desesperadamente su nombre en medio de una noche muy larga. 

Dos meses, un instante, toda nuestra pobre vida. Un territorio distinto, otra forma de ranchar, ranchando de la misma forma. Un nuevo territorio, una nueva época, un nuevo tiempo. Territorios maradonianos, nuevo suelo destituyente, necesario, festivo y vital. 

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