RÍO DESBORDADX: CRÓNICA DEL LEVANTAMIENTO EN MENDOZA // Florencia Breccia

¿Cómo escribir en el viaje? dice Albertina Carri y esa pregunta me hace eco, ¿cómo escribir en y de este viaje fuera del tiempo que es vivir estos días en Mendoza? ¿Cómo hacer escritura de esa vivencia del cuerpo, de ese paisaje que está siendo y es con otrxs?

En estos últimos cuatro años de macrismo muchas veces he balbuceado en mi cabeza “después de ésto es imposible volver a la normalidad”, pensaba-deseaba: “ahora nos quedamos a vivir en la calle”, sin embargo, la noche me encontraba guardada en casa o en la rosca cervecera con un par de amigas que no podíamos parar, aunque todo parara o mejor dicho siguiera, siguiera el curso de esa normalidad espantosa y arrasadora.

Pero los levantamientos populares son impredecibles dicen, y cuando empezó a correr la info sobre la intención de modificar la 7722 me fui a la plaza, y al llegar me agarró una depresión tremenda, estar ahí, armar unos carteles con lxs mismxs de siempre, imágenes-palabras nostálgicas y voluntaristas que después de tanta marcha y marchita solo me ponen triste y cansada. Al otro día no me pude levantar, pero en pocas horas el paisaje fue otro.

Después de que senadores y diputados sancionaran de urgencia la modificación de la 7722 con la legislatura y la plaza entera vallada, con un puñado de gente arrinconada en una escenografía cívica que nos dejaba a un costado de la visión, en un margen descentralizado que empieza a volverse fuerza- germen de movimiento. Desde ese margen y otros más, de los que venían “del interior del interior”, de las asambleas que vienen hace años, de lo organizado y lo espontáneo, así, desde el costado, desde esa posición lateral, dislocada y provinciana, y sin saber muy bien cómo empezamos a caminar y a juntarnos.

Procesiones paganas llegan de los pueblos, en autos, a pie, en bici y a caballo. Son muchísimxs, suenan mensajes todo el día, buscamos agua, y vamos a encontrarlxs en la ruta, los accesos están colapsados de gente que se mira y sabe que esto es histórico. Es domingo, somxs miles tomadxs por ese desborde de lo dado, lo imposible empieza a ser real y lo imaginado se ensancha.

El lunes a primera hora multitudes esperan a lxs caminantes en el nudo vial, somos treinta mil dicen y el número estremece a más de unx. El gobernador se ausenta, como buen machito nos clava el visto. Asambleas a medio camino intentan organizar cómo seguir, no hay sonido que alcance, hay cansancio, hay disputas, hay mucho llamado al pacifismo por micrófono, hay minorías no tan minorías que no aceptan el discurso de la paz, pequeñas asambleas organizan tirar las vallas, se avanza y se retrocede. No hay consenso, hay mucha gente y mucha cana.

En Mendoza el agua es un tema sensible, un aprendizaje cultural que te lo enchufan desde chicx en la escuela, pero sobre todo es una experiencia que vivís en el cuerpo, en la piel. Basta alejarse un poco de los barrios más céntricos para que en verano te quedes sin de agua, basta andar por los departamentos para ver las invenciones para su cuidado o la tristeza que produce su falta. Alcanza con mirar la distribución urbana, las casas crecen detrás de las acequias, esos ríos artificiales que hacen del desierto un oasis. Los discursos oficiales en la Vendimia nos cuentan de los tráficos del saber del pueblo huarpe a los colonos y de ahí a lxs inmigrantes. Mil veces escuchamos esa historia. Mil veces rogamos profanxs al cielo que llueva y que crezcan los ríos y que el agua se lleve la tierra que no nos deja respirar.

En esta provincia, tierra del código contravencional, el tema del agua es transversal, por eso entre quienes marchamos no hay otro consenso que esa defensa, se cruzan conservadores con feministas, peronistas con macristas, dos vidas con pañuelos verdes. En América Latina el problema de los extractivismos también es transversal, nos ubican como países dependientes y coloniales y marcan un límite a los gobiernos nacionales tanto de derecha (que nos entregan sin vacilaciones) como “progresistas”.

En las redes, desde Buenos Aires, nos acusan de boicotear a Alberto, los diarios más progres se preocupan por deslindar al PJ de esta decisión. Reducen una de las violencias más grandes del capitalismo a un bipartidismo que poco puede con esto. En la calle se escucha de todo, arengas anti-políticas, totalitarismos de la pacificación y lo blanco, pero también se revuelven las aguas, se ponen turbias, marrones como el río Mendoza, se desatan las furias, se abren posibilidades de articular la defensa del agua a los feminismos y por ahí resuena la advertencia de que es el macho saqueador, violador y extractivista el que quiere desposeernos de todo y entregarnos al sacrificio. Es la defensa por la vida, por lo no humano, por nuestrxs cuerpos y nuestros deseos lo que nos impulsa a movernos.

Y en esos tejeríos andamos cuando se desata la represión, furiosa, brutal, como nunca antes en Mendoza. Pero en estos años de agite feminista nos hemos estado preparando, y eso está con nosotrxs, mucho bicarbonato, limón y leche. Por eso mi resgistro ante la violencia es el de que algo vamos sabiendo. No somos lxs mismxs. Supimos correr muchas cuadras, no comernos todos los gases, tirar alguna piedra, estar atentxs a nuestrxs amigxs y a quien corría al lado, pudimos llevar a lxs compañerxs ciegxs por los lacrimógenos. Una cacería violenta y aleccionadora para volver a la casita tiene como contracara la puesta en acto de una serie de cuidados de los que nos hemos ido haciendo. Cuidados que no son suficientes y que no nos dejan a salvo de nada, pero nos permiten no obedecer la orden de disciplinamiento. Nos permite volver a la calle, a una marcha que siguió creciendo al borde de la noche.

La ocupación del espacio público se renueva al día siguiente, después de que el gobernador nos quiere engañar mediante comunicados televisivos que ya nadie cree, los diarios oficiales se llenan de mensajes anónimos que en cualquier espacio piden por la derogación de la 9209. Por eso, esto no es solo una defensa al agua como nos enseñaron en cada renglón escolar, es una revuelta en la que se traza una línea peluda en la que, mientras defendemos el agua, nos oponemos a los proyectos extractivitas y patriarcales, aprendemos popularmente como es eso legislar, desobedecemos los llamados al orden y derogamos en acto el código contravencional.

Estos días en Mendoza la calle explotó y fue una fiesta. El agua se hizo río, todo se puso lindo, turbulento, marrón y plebeyo. Hoy el gobernador, senadores y diputados dieron marcha atrás y recuperamos la ley guardiana del agua. Nos queda en el cuerpo el cansancio, la alegría y el erotismo de sentirnos parte de este cauce desbordado. Nos quedan también la inquietud de nuevas alianzas entre cuerpos, territorios y palabras que inunden los binarismos reduccionistas y nos ayuden a vivir el tiempo que nos toca con la ferocidad, la calma y la hondura del río.

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