Odian lo plebeyo // Diego Valeriano

Odian el gesto irónico, la insolencia, el desacato. El movimiento sin sentido, la voluntad de no ser gobernados, la deserción, la amistad y ese desdén al caminar. Odian que no se entienda, que no se amolde, que no hagan caso, no poder explicarlo. La violencia que no se encauza, la fiesta desaforada, la feria permanente. A la vagancia que no traiciona, a las que pierden el tiempo en una esquina, a los amanecidos. Ni plan, ni taller, ni caso, ni gato. Odian que se escapen para no ser psicologiadas, adormecidos, educadas, politizados, incluidas. Odian a Facundo, Alejandra, Santiago, Marquitos, Belén, Rafael. Odian al punto de olvidarlos, de hacer silencio, de esperar a ver lo que conviene, de usarlos. Odian tanto lo plebeyo que dicen jefa, tropa y gracias por las vacunas. Es tanto el odio que explican lingüística y políticamente al Diego para que su revulsión ya no diga nada. Aman a los que odian, a los que mandan, a las que saben. Flashean con Putin o Bolsonaro, con Berni o Bullrich. Retuitean al vigilante de Alemán, se empachan con chamuyos de otros. Haters de cualquier gesto desobediente, de las vidas que no valen nada, de los que no producen, de los que cobran sin salir a laburar. Se creen emprendedores y son empleados del odio. Odian tanto que explican un desalojo, la quema de ranchos, la tierra arrasada, el acoso de la gorra, la política en patrullero, las balas, está normalidad llena de cartones, basura, ropa vieja y chapas. De tanto que odian se parecen entre ellos. Señalan, vigilantean, postean, retan, termean, denuncian. Militante, burócrata, influencer, periodista, panelista. Odian lo plebeyo, lo que se abre a partir del afecto, lo que deambula, lo que no cuaja. Odian el deseo de no quedarse quietos, de seguir andando, de vivir de cualquier manera antes de seguir viviendo así. 

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