Filosofía sensual (una conversación entre Diego Sztulwark y Marcelo Percia) // Fernando Stivala

 Julio 2020

40na

Parte 1

El orden de las normalidades

 

 

Pensar desde la crisis

 

Militancias disidentes.

Colectivo situaciones.

Un común escribir,

una común escritura, sin nombres propios.

Una docencia insurgente, fuera del ámbito de las instituciones.

Una antipedagogía.

Grupos de estudio, pensamientos no encarcelables al pensamiento académico.

Tinta Limón, biblioteca andante.

León Rozitchner, la construcción de una amistad filosófica y política.

Simón Rodríguez, el triunfo de un fracaso ejemplar.

Maestros del lenguaje de la emancipación en América Latina.

Ignacio Lewkowicz.

Horacio Verbitsky.

Nudos de una conversación del presente.

Toda una ofensiva sensible.

 

Pensar, desafiar los propios límites.

Ir más allá de una angustia de muerte.

Angustia que acecha en los bordes de la experiencia que habitamos

Pensar como enfrentar los límites que el terror impone.

El terror impone un límite infranqueable. Un muro de inmovilidad.

 

Una filosofía sensual.

Rozitchner.

Capaz de pensar a partir de los filamentos vivos del cuerpo afectivo, y de dotar al lenguaje de una materialidad sensible, para una nueva prosa de mundo.

Reponer el cuerpo y la afectividad en la filosofía.

Materialidad sensible.

Deseo de nueva prosa de mundo.

 

La productividad de la crisis.

El intento de no tomar la crisis como un negativo angustiante y oscuro del cual hay que escapar.

El problema de la normalidad. La fobia a la crisis.

Pensar desde la crisis. No como objeto sino como punto de partida. Habitarla y ver que se inventa desde allí, qué afectos se ponen en juego, qué estrategias se desarrollan cuando hay crisis de lo común, de lo público, de lo colectivo.

 

La crisis es una oportunidad que se presenta como punto de inflexión, como torcimiento de la normalidad. Comba, pasar por arriba. Crisis no como excepcionalidad.

 

Pensar por fuera de la normalidad va más allá del vaticinio o la predicción.

En cada crisis el orden de las normalidades queda suspendido y esa vacilación es una gran oportunidad.

 

Pensar desde el 2001.

Desde la irrupción de ciertos movimientos de lucha, de crear lenguajes en común.

Interrupción de la calle.

La reivindación de la dignidad, distinta a la de la esperanza.

La idea de que nosotros somos personas que deseamos la normalidad es indigna. Es pobre cognitivamente, nos enseña poco en el plano personal y colectivo.

No solo porque lo que se nos presenta como orden nunca es normal.

La norma es una mala idea, mala incluso como idea conservadora.

Un país normal, una vida normal, además de no ser interesante, da muy poca cuenta de las dinámicas materiales de la reproducción de la sociedad.

Las crisis nos muestran las dinámicas de conflicto, de apertura, de necesidad de crear. Situarse en la crisis es un primer movimiento, y lo que descoloca es que esta crisis no vino empujada de manera contundente por los movimientos rojos.

No porque no estén. Están los feminismos populares, están los herederos del movimiento piquetero y la economía popular, están los movimientos campesinos, comunitarios.

Acá apareció un virus e introdujo este elemento de interrupcion.

No es posible asumir una política sin advertir que éste virus desactivo ciertos automatismos de la vida.

La crisis de ciertos automatismos.

 

Interrupciones

 

La crisis como punto de partida.

Y también como partición de la normalidad, del ideal de normalidad.

El ideal de normalidad es sin conflictividad.

Con toda la molestia que supone para el sistema.

Me partió.

 

Walter Benjamin plantea el presente transitado por la crisis como un presente en estado de solicitación.

Una solicitación que llama, convoca a pensamientos.

Pensamientos y memorias sepultadas de otras formas de vida o pensamiento.

Paritición.

Solicitación.

Resistencia de la conflictividad. Conflictividad que se resiste a desaparecer o quedar aplanada.

Interrupción del automatismo.

La crisis parte al automatismo.

 

¿Interrupción de qué?

Hay automatismos de la vida cotidiana que no se interrumpieron.

Hay un trabajo de los afectos personales.

Se interrumpieron sincronías sociales, colectivas.

Entonces esa interrupción hay que constituirla como pensamiento.

Hay demasiada apariencia de consenso.

Nueva normalidad.

Estaríamos de acuerdo que hay un virus molesto y peligroso, que la cuarentena es necesaria, que el Estado cumpla un papel mas protagónico.

Ese acuerdo opaca la visión. No permite pensar.

Está suspendido por un antagonismo brutal.

Normalidad partida.

Dos partidos desarrollan su antagonismo por debajo del aparante consenso del partido único de cuidado.

Dos partidos: hay uno que dice que la interrupción es un momento excepcional. De paréntesis. Luego hay que rescatar la normalidad.

Custodian el monopolio del léxico. Se apropian de un materialismo. Nos recuerdan que hay una materia, unas infraestrcuturas, una producción para cuidar la vida y la salud.

El partido de la normalidad. Un partido utópico. 

No se quiere hacer cargo de que esa normalidad fue destituida.

 

Y el otro partido no tiene el lenguaje todavía. Lo tiene que disputar.

¿Qué significa economia? No puede seguir siendo que la sociedad se reproduzca en términos neoliberales, porque lo que aumenta es la brutalidad y la agresión a la vida.

Este otro partido dice que el tiempo que viene no es una excepcionalidad, sino que empieza  a sospechar un tiempo nuevo. Donde la aparición de lo público y los cuidados ya quieren otra cosa, ya se vió otra cosa.

Si se piensa a fondo, lo que es necesario es poner en el centro otro lenguaje, otra economía.

Todos queremos un Estado activo y protector, ahora discutamos.

¿Quién va a poner el dinero, quién va a tomar decisiones, qué fuerzas van a protagonizar el momento que viene?

No hay recursos para todo.

No se puede satisfacer a los grandes capitales.

Bajo el consenso aparente, hay un antagonismo muy fuerte.

Hay un partido que muestra la cartas de manera explícita: defendemos la propiedad privada y vamos a hacer cualquier cosa por defenderla.

Lo que parecían automatismos, en realidad, son la imposición vía terror de un límite de lo pensable.

 

Tiempo de normalidades, tiempo de demasías

 

´Queremos ser un pais normal´.

Normalidad como sinónimo de capitalismo, de mercado.

Deber ser al que nunca se alcanza.

Cuando se piensa en las normalidades como modo de expulsión de las rarezas, represión de las anomalías, supresión de lo que difiere; las normalidades se presentan como una regulación de las sensibilidades. Una dosificacion. Una insensiblización de las sensibilidades. Ahí también retornan como aliadas del capitalismo.

El capitalismo necesita preguntarse qué hacer con lo que no queda normalizado.

Aparece como síntoma, o denuncia, o crítica explícita de ese orden.

Relación estrecha entre los automatismos y las normalidades.

Las normalidades se organizan en torno a automatismos, los proponen, y los ritualizan.

Los automatismos son fanáticos y devoran tiempo.

Hacen algo más riesgoso, ese fanatismo al devorar tiempo adormece sensibilidades, demasáas.

Eso que el capitalismo no sabe que hacer.

No puede inventar pastillas ni automatismos que la calmen.

La angustia no se calma con ningun automatismo.

Interrumpir los automatismos. No es tan fácil. 

Sobrevienen por otro lados. Reconstruyen un deber ser.  De la productividad, del rendimiento.

Esa confesión atroz: ´Hoy no hice nada´

Productividad invisible.

Confesión de conciencias dolientes, culpables.

El no cumplimiento de los automatismos nos vuelve culpables.

¿Para que lado va esa idea de culpa?

Para reconstruir y esforzarse y afanarse, o transformar la culpa en una denuncia, en una liberación, en la invención de otro tiempo.

 

Estamos situados en una conversación de muy largo aliento.

Marx, el capital es un plus de tiempo extraído a una cierta vida colectiva.

La plusvalía es tiempo de vida expropiado.

El debate sobre el tiempo en el siglo XX tenga como fondo esta cuestión.

La excepción, la norma, la angustia, el tiempo, la libertad, no pueden escapar de la idea de que el capital es el gran regulador y devorador del tiempo.

Es necesario plantear alguna imaginación de materialidad diferente que pueda hacer estallar el tiempo continuo.

La interrupción actual nos permite evocar ese debate perdido.

 

Santiago López Petit.

Es imposible imaginar politizaciones efectivas en la época donde el capital debora todo, sin pasar por el malestar.

Sin politizar el malestar.

No sería arrasar con el malestar como si no fuera relevante.

Sería aquello que Lazzarato llama ´el Capital nos odia´.

Cada vez que sentimos que no cuajamos en este mundo. Por fobia, o no ganas. Se abre una zona existencial que es la premisa, índice en el cuerpo de cada uno de lo que llamamos la crisis.

La crisis como punto de partida para inventar forma de vida.

Es individual pero no se la puede pensar así. Es abierta a un tipo de vínculo con lo común.

La etica individual, o la estetica de si, o el cuidado de si, no pueden plantearse por fuera de una lucha social o de clases.

Se han vuelto el mismo tema.

 

Politizar el malestar.

No es psicopatologizar el malestar.

Riesgo político.

Hay un malestar que sufre en cuerpos políticos.

Hay un común malestar. Se siente en un cuerpo pero la demasía de ese malestar no puede ser contenida por un solo cuerpo. 

Por eso los cuerpos estallan cuando no se piensan como cuerpos políticos.

Nos lo muestran las demasías que antes se llamaban psicosis.

El malestar del mundo estalla en una sensbilidad corporal, de sangre caliente.

Hay un malestar político y la politización del malestar es salir de la psicopatologización y medicalización del malestar.

Las señales del malestar del cuerpo son resistencias a la globalización.

El capitalismo llama a superar ese malestar.

Porque el riesgo es que ese malestar supere el capitalismo.

 

Deleuze y Guattari en el Antiedipo empezaron a plantear que el mundo del capital y de la esquizofrenia tienen zonas de cercanías.

Toni Negri.

Dado que el capital no puede existir sin realizar las mercancías que produce, es hora de tomar nota que las mercancías no se realizan nunca sin previamente constiuirse en deseables.

El capital además de producir mercancías, tiene que producir el mundo donde esas mercancías son deseables.

El problema de la autonomía del deseo es la crisis del capital.

El enorme esfuerzo del capital por saber qué sentimos, por hacer estudios de mercado, es el enorme esfuerzo de que un gigantesco de consumidores pasen a constituir momentos propios.

Rozitchner lo desarrolló en la Argentina.

Una izquierda sin sujeto, es una política que no dió con esta dimnesión del malestar y del deseo.

Nuestro Deleuze y Guattari es León Rozitchner.

 

Disputa por el pensar

 

Eso que se llama inseguridad, estrés, angustia, temor al futuro, puede no ser un reclamo de vuelta a lo anterior.

El partido de las normalidades no imaginan que las certezas pueden sacudir conformismos.

No imaginan que vivimos una común perplejidad por habitar un presente sin certezas y no es una mala noticia.

 

¿A qué le queremos llamar pensar?

Ser capaz de describir la realidad hasta su último gramo de evidencia.

La salida va a ser capitalista. El desempleo va a aumentar. La crisis de la izquierda es irremontable. El patriarcado es difícil de tirar abajo. El racionalismo aumenta.

Verdades miserables donde el pensamiento no tiene nada que agregar.

Decir lo que se ve. Contarnos lo obvio

No hace falta pensar. Verdad que no necesita desplazamiento. No involucra pregunta.

Verdad por conformismo.

El que diga esas cosas va a triunfar una y otra vez.

Tal vez pensar no sea reproducir la evidencia, sino hacerla.

Un problema de tipo ético-político-cognitivo.

Estar presente tal que nuestra presencia implique una pregunta, una creacion, un desplazamiento, una diferencia.

Otra idea del pensamiento y del lenguaje.

 

Ante esa miserabilidad nos aferramos ante los automatismos.

 

El desgano del pensamiento.

El pensamiento desganado.

 

Y el prestigio o el goce de estar en lo real.

Un realismo generalizado que no se da cuenta de los posibles.

Hay unos que se compromente con la redundancia de lo real.

El prestigio a un discurso periodístico que nos cuenta con sumo realismo la realidad.

Es evidente que el mundo es una mierda, hay insensibilización generalizada, hay masacre.

Tener un poco de cuidado con el prestigio del realismo que narra lo atroz, sin comprometerse con liberar zonas en donde la vida tenga por donde ir.

Hay también un realismo de los virtuales como lo enseña la filosofía de Deleuze.

Subrayan el universo de posibles no actualizados.

 

 

Parte 2

Cine y realidad

 

La disputa por la edición

 

La edición, la construcción de eso que es incapturable a través del cortar y el pegar, y crear esa visión de continuidad.

Si habría algo que llamamos realidad es una contigüidad que no es representable.

Borges, esa tensión en el cine entre lo continuo y lo sucesivo.

Esa relación con el tiempo.

 

La realidad es la construcción de una edición que simula ese continuo incapturable.

¿Como pensar la disputa por la edición?

Es la disputa por el sentido.

Disputar el sentido de esa materialidad de la palabra economía que se apropia el poder hegenómico.

Llevar esa disputa al lenguaje mismo.

Disputar los modos que tenemos de nombrar. Lo que pensamos.

Los nombres que tenemos tienen los límites de los nombres ya habitados por los tiempos políticos.

Ir más allá de los nombres.

Volver a construir una lengua.

Una lengua que tartamudea en contra de los automatismos del lenguaje.

Pensar la invención de economías.

Sino nos debora una miserabilidad.

La edicion del estino.

Entre un destino editado, y el deseo de un porvenir sin editar, sin saber.

Salvo en las solicitaciones de ese porvenir que hacemos en el presente y en la historia.

 

Jugar a empatar

 

El placer por el juego tienen que sortear el malestar del ganar y del perder.

Juegan hasta empatar. A veces por varias días seguidos.

Solicitación e momentos de la historia que permitan la invención de otra posibilidad.

Salida de la miseria.

Esa sonrisa de pensar.

Jugaban a empatar.

Jugaban con pasión, y a la vez cómo hacían para empatar.

Llegaban a jugar varios días hasta el resultado requerido, que era evitar el malestar en ese juego hermoso.

¿Hay economías en el presente que no son las que conocemos?

 

Al margen de la ley de valor.

Experiencias de luchas sociales acompañadas por ciertas fronteras del mercado.

Economías de subsistencia en movimientos sociales, club del trueque. Duraron por un tiempo. Economías de subsistencia

Hay que ver si toda lucha social que llega a un extremo tiene dos tendencias: o actualiza su economía o se apropia de lo dominante.

O se vuelve creadora de economía al margen de la ley de valor, o se apropia tendencialmente de momentos de la economía.

 

Deleuze piensa el tiempo como la capacidad de ver a la vez la doble realidad de lo actual, y su virtual.

Imagen cristal.

La realidad no es solo su actual. Tiene su actual y su virtual. Ver la actualidad y también la potencia.

El problema es que el cine es el único arte que tiene una relación con el capital. Requiere no del capital salario, sino del Capital con mayúscula, que invierte, el de las finanzas, que puede actualizarse en películas e imágenes nuevas.

El cine necesita del capital pero tiene que desmarcarse del límite que el capital le pone al cine y a la vida que es la tasa de ganancia.

Nos muestra una relación con un pasado que produce futuros controlados y que produce ciertas capacidades de creación muy limitadas.

Relación entre cine y forma de vida.

 

Eróticas incapturables

 

Lo plebeyo.

El momento donde sectores sociales de cualquier clase no aceptan una regulación impuesta por modos de vida a través del Mercado y del Estado, se sustraen de ella, o la desbordan.

Perlongher. ´Evita vive´

El plebeyismo como las eráticas incapturables.

Evita aparece en los lugares más impensados, despreciados del común vivir con una erótica descontrolada.

Filosofía sensual.

Potencia de laterialidad sensible, del cuerpo afectivo.

El plebeyismo como la erótica de esa nueva prosa del mundo.

 

El malditismo en Cooke.

Horacio González.

El plebeyismo como eso maldito.

Que no se sabe qué hacer con eso.

 

Nombrar algo que es una palabra imposible de reducir a ninguna clase social.

El plebeyo es el que no tiene nombre, no tiene apellido, ni títulos públicos.

Es lo que desborda o se sustrae a la regla burguesa de modos de vida. 

Un nombre que flota. Y que se podría corresponder a una realidad de los cuerpos numeraria. Anda por todos lados y no tiene simbolización evidente.

Un nombre que no tiene referentes, y unos referentes a los que nos cuesta ponerles nombre.

 

Una praxis revolucionaria.

Distinguir plebeyismo de populismo.

El plebeyismo subsiste como reverso de cualquier política.

Es una relación de sustracción o desborde con respecto a la regulación burguesa en cualquiera de sus modos.

Lo plebeyo es antipatriarcal.

Relatos plebeyos.

Escritura amorosa, en vez de ver vidas de víctimas se subrayan potencias.

Ternura de la crudeza. Narrativa partida.

 

Sensibilidades ofensivas

 

Ofensiva sensible.

Un adjetivo que califica una ofensiva como una cometida que arde.

Sensibilidades no como adjetivo, sino como una posición.

Sensibilidades ofensivas.

Que hieren y lastiman, pero también que ofenden a las normalidades.

Las sensibildiades crudas ofenden, perturban normalidades.

La fuerza de lo ofensivo cuando viene del lugar del dolor, de las heridas. Donde las normalidades se sienten perturbadas.

Una cometida, un ataque ardiendo.

Arde por el ardor, por el fuego, por el dolor.

Por la ensoñación.

 

Por un lado la ofensiva desensiblizante del campo social que impone el capital.

Y también por otro la ofensiva sensible como contra ofensiva. Madres de mayo, piqueteros, feminismo popular, entre algunas.

Movimientos que resensibilizan el campo social.

Logran poner las condiciones de posibilidad para hablar de otra manera, para entenderse, para ocupar de otra manera la ciudad, para conectarse distinto al pasado, para revisar el mundo en el que estamos.

Esa operación sensible es la que puede permitir que la llamada izquierda vuelva a pensar.

El pensamiento de la izquierda tiene que ser capaz de reconstituirse sobre aquella luchas que resensibilizan el campo social respecto de un campo ya desensibilizado primero por el terrorismo de Estado, y luego por las crueldades y el efecto de las nuevas tecnologías capitalistas sobre la sensibildad.

El pensamiento necesita una sensibilidad diferente.

Una resensiblización.

 

Conversaciones después de clase.

La gratitud. Otra cosa que las hablas del Capital no saben que hacer.

El don y la gratitud, que no esperan nada a cambio.

Sin ganancia, sin especulación, sin recompensa.

Gratitud.

 

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