Anarquía Coronada

Feminismo y psicoanálisis: De la insumisión a la insurrección // Sofía Guggiari

El psicoanálisis y los feminismos tienen una larga historia de confrontaciones, lazos, cruces, tensiones. A la luz de los nuevos maremotos feministas y bajo una época de retorno fascista en la región latinoamericana y mundial; considero al cruce entre psicoanálisis y los feminismos como una verdadera alianza política-clínica. Alianza que produzca insurrección. Armar lazos y conexiones impensadas para producir existencias totalmente inéditas.

El sujeto nunca es primero. Es producto de una derivación, de una operación; en donde se vuelve legible, visible, aceptado, incluso por qué no querible para una lógica de sentido. Pero hay experiencias, fuerzas, intensidades, afectos, afectividades que quedan por fuera de esta legibilidad. ¿Dónde van a parar esas experiencias vitales no significadas?

 

La lógica fálica opera en los procesos de subjetivación, en su dimensión falo/castración, como una lógica que implica un tipo de ordenamiento de las representaciones de mundo, que administran y regulan las pulsiones, los deseos, los cuerpos, potencias y fuerzas de determinadas maneras: pasivo/activo; fálico/castrado. Pero hay procesos, devenires vitales y experiencias de cuerpo-vivido y sentido, que no se pueden dar cuenta con las representaciones del orden fálico-racionalista-occidental (falo-logo-céntrico): allí las vidas insurrectas.

Lo fálico/castrado

Una de las hipótesis principales de Simone de Beauvoir en el Segundo sexo (1949), es que “la mujer” se determina y se construye a partir de la diferencia con lo universal. Es un símbolo del mundo del hombre o del “macho”. La mujer es El Otro. Tomando a Lévi-Strauss y a Hegel, ubica que ninguna colectividad pudo nombrarse a sí misma si no constituyendo un Otro en frente de sí. Llevada a lo singular, esta conciencia del sujeto se afirma en oposición (el Otro lo niega y lo afirma). Hay un sujeto y hay un Otro. Venerada y temida entra en serie con la naturaleza, eso caótico e impredecible que se domina, se organiza, y se pone a disposición; esto la coloca más allá de lo humano, dejándola en estado de potencia precaria.

Más de 20 años después, desde el psicoanálisis estructuralista; Lacan en el Seminario 20 (1972) formaliza los modos de sexuación en el que todo ser hablante se inscribe. La fórmula de sexuación plateada tiene dos lados.

Un lado, lo universal, sujeto en tanto se inscribe en la función fálica (fálico/castrado) que designa un goce, el fálico. El edipo dice cómo hay que gozar. Instala una prohibición y entonces el goce se articula al deseo gracias a esa prohibición. Para lo masculino todo está ordenado bajo la misma fórmula y referencia. Lo universal.

El otro lado, lado mujer, escribe él, el más allá del falo. El lado que “veta la universalidad”. De ese lado de la fórmula Lacan dirá que no hay referencia fálica. Entonces: ¿no hay ninguna referencia? ¿hay multiplicidad? ¿ en qué sentido se puede leer esta fórmula? ¿qué es lo que quedó finalmente excluido del ordenamiento fálico-logo-céntrico?

Producir insurrección

Pensar a lo femenino como experiencia vital inédita. Que supere ya la categoría de género y la mantenga en tensión; que supere la lógica fálicx-castradx. Pensarla en su dimensión aberrante, desterritorializante, múltiple; ser puro proceso vital, incodificable, ilegible, lo diverso. Y que allí resida su potencia de insurrección. En la medida que la referencia fálica estorbe, adviene la pregunta o acaso lo que –se siente–, que debe haber un goce que no esté regulado por lo fálico. Una ley que le es propia. ¿Acaso será la misticidad de la que habló Lacan en el Seminario 20?

Pero lo místico en todo caso es cosa seria. Lo místico como territorio en donde se perciben y se liberan las fuerzas y flujos vitales singulares, donde se da el despliegue de las potencias propias. Que no será legible ni codificado por la lógica fálica-logo-céntrica-capitalista. Si no más bien será sentido. Pero ese sentir tiene que tener estatuto verdadero, en tanto consistir, existir, por sí solo.

El más allá tiene que empezar a pensarse como más acá. Porque siempre que esté más allá será cosa de la otredad, de lo no posible, de lo fuera de lo humano.

Más acá, como práctica de la consistencia a ese sentir que todavía no encuentra palabras para definirse, su propia legalidad, pero ante todo está ahí, porque se siente. Ese balbuceo incesante, ese soñar sin-sentido. Lo femenino como movimiento plebeyo.

Pensar que otras epistemologías y lógicas nos pueden ayudar para producir planos de consistencia clínicos éticos. Que señalicen y no señalen. Que arme mapa y cartografía.

Ese más allá de lo fálico es un más acá de nuestras fuerzas de percepción, de fragilización, de afectividad, del registro del cuerpo, ni en su concepción biológica ni puramente significante, si no en su concepción viviente en relación con las fuerzas del mundo. Nuestra capacidad de producir insurrección, nuevas existencias.

Sofía Guggiari es psicoanalista.

Fuente: Página/12.

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