Elogio del cansancio // Lucía Delor

“Tarde o temprano, todo deseo debe encontrar su cansancio.” Dice Godard en “Elogio del amor”. ¿Por qué dice cansancio y no límite, fin, muerte? Es pertinente hablar del cansancio como un valor, como la verdadera posibilidad de movimiento, en contra de la idea de que descansar mucho (salvo que se pague para hacerlo) es inadmisiblemente improductivo. 

El deseo encuentra su cansancio en tanto que este es la marca del inconsciente. La íntima relación del deseo con el vacío ofrece una sensación de infinidad: cualquier cosa podría colmarlo. Contra lo que Lacan nos advierte: no se llena de cien maneras, se llena de unas pocas, es más, me atrevo a decir: de las que se pueden. El inconsciente es el corte que rechaza la totalidad de las maneras en tanto conjunto: no se sueña lo que se quiere, no se ama lo que se quiere y no se desea lo que se quiere. Julia Kristeva nos dice: “Algunas personas rechazan una pasión y eligen otra: tienen un inconsciente.” El inconsciente resiste a la infinitud. 

El cansancio es precisamente esta barrera que limita lo ilimitado y, desde este borde, permite esclarecer cierto sentido, ciertas marcas de origen. Jean-Louis Chrétien en su libro “Del cansancio” propone que el cansancio pone en juego nuestra relación, por un lado, con el cuerpo y con el tiempo, y por otro, con el ser mismo, y atribuye el cansancio a una forma particular de relación con el ser, o con la falta en ser. El cansancio es la prueba y garantía de que el deseo se agota de llenarse porque, precisamente, no es infinito: nunca se llena, no por poder hacer más lugar, sino porque no se llena de cualquier manera: “Es de poder que uno no puede más. No poder más no es idéntico a no poder nada más.” (J.L Chértien)

El cansancio es, entonces, replegamiento y espera, pausa y posibilidad. Pone en juego nuestra relación con el tiempo: el cansancio lleva tiempo, no detenimiento sino tiempo de la experiencia del cansancio. Nuestra relación con el cuerpo: el cansancio no es lasitud del alma y hartazgo de las pasiones, es agotamiento de la carne, impedimento, retracción: es una operación en el espacio, el cuerpo que precisa quietud y que ocupa un lugar.

El cansancio es signo de que algo que no se llena de cien maneras puede volver a no llenarse nuevamente: es importante nombrarlo en tanto marca de que algo no es y por lo tanto otra cosa puede ser. Pero no siguiendo la lógica feroz del consumo continuo sino una lógica de elementos discretos intercalados por vacíos.

Sabemos que hasta el amor encuentra su cansancio: el cansancio de ser objeto del deseo del otro. “Ser amado (…) me llama y me convoca a mí mismo como jamás yo hubiera podido llamarme mi convocarme, según lo imprevisto y lo descuidado de toda palabra dada.” Dice Chértien. Ser llamado en contra de mi voluntad, por un otro que no sabe lo que quiere ni lo que le falta. El inconsciente, entonces: la posibilidad de afectar la falta del otro con mi deseo, del encuentro y sus límites. El cansancio: la retirada y la huella del paso por ese lugar. El tiempo que toma escribir una marca, una letra, una cifra, para reencontrar el vacío y mantener el movimiento, sinónimo de vida.

 

 

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