De salidas y esperanzas // Marina Chena

“Lucía me pidió que le desconecte el timbre. No espera más a nadie, dice, solo a despistados y mendigos”. Apenas empieza, La última esperanza negra nos hace saber -al modo de Lapoujade- que no tenemos una perspectiva sobre el mundo, sino que “nuestra perspectiva se encaja en otra, nuestro punto de vista en otro punto de vista”. La última esperanza negra es una constelación de puntos de vista. O mejor, una constelación de miradas en el armado de la perspectiva. Un universo de pequeñas historias en el que siempre son otrxs quienes nos dicen cómo es, siente o mira, cada una de las vidas que lo componen. Un artefacto al servicio de la dilución del yo, sin perder la construcción de una profunda intimidad subjetiva.

Cuerpos que parecen haber agotado su repertorio de posibles al punto de necesitar soñar o enloquecer. Lo que la conciencia no da. Desprenderse del amargo gesto de existir en sobriedad. La noche haciendo su trabajo en las cosas y los días. Sabemos hoy de esa atmósfera de fin de mundo, ¿y acaso no somos todxs esos animales desheredados de la especie, buscando el último refugio? Lo que se calla no es silencio, es la lengua de los que conquistaron el mundo y ya no supieron qué hacer en él.

La interioridad infinita. Asfixia y respiración. El mundo exterior como telón de fondo siempre presente y a la vez borroso. La última esperanza negra, la multiplicación de registros anímicos voraces, la inevitable constatación de que sin otrxs la vida no es posible y a la vez el rechazo a todo lo que tenga preestablecido el tiempo y el espacio del encuentro. Desplazarse, moverse, aparecer donde no se está ni sería posible –a simple vista- reconocerse.

La belleza que está en todo lo triste y el amor como medida de las cosas que dejamos de esperar. Pero nunca la estetización del dolor. Las almas plegadas en los interiores de un edificio de departamentos saben que la muerte no es el último aliento. Que el lenguaje no es la escritura. Que el cuerpo no es la palabra. Y sin embargo, no hay muerte sin suspiro, no hay escritura sin lenguaje y no hay palabra sin cuerpo.

Leer La última esperanza negra, es también saber un poco esas cosas y si algo desnuda, es la urgencia de un común donde hacerse un mundo.

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