por Salvador Schavelzon (especial para Lobo Suelto!)
(Silvia Rivera sobre el conflicto en Bolivia)
Es fácil caer en el discurso paranoico de la traición y el engaño. Pero intentemos pensar el conflicto boliviano de la carretera por el T.I.P.N.I.S. (Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure) desde la clave esquizofrénica de la complejidad[1]. No es que el gobierno del MAS no se haya alejado de viejos aliados, a quienes reprimió e intenta descalificar. Y tampoco que para imponer la carretera que piden las bases cocaleras no haya violado artículos de la Constitución. Se trata de presentar una lectura que repara en la incomodidad con que el gobierno de Evo lidia con sus propios fantasmas, es ambiguo y vive una crisis de plurinacionalidad, que mantiene algo de posibilidad.
Para muchos Evo Morales es un farsante que utilizó la Pachamama y el discurso de la etnicidad para beneficiarse políticamente. El indianismo aymara de El Alto, el trotskismo de sindicatos docentes, el Mallku Felipe Quispe, la Media Luna hasta hace poco separatista, los mestizos liberales de las ciudades se regocijan con la coyuntura de la marcha como si estuvieran constatando lo que nos venían advirtiendo: “Evo no había sido indígena”, dicen, “Evo se sacó la careta”. Es el juicio incluso de los que no ven ningún problema con la carretera del desarrollo y que aprovechan para criticar al que para ellos nunca debía haber sido presidente. El direccionamiento de las críticas hacia Evo fue progresivo y en aumento, mientras antes solían frenarse en García Linera. Pero formas no petrificadas de ser indígena, pensado desde lo cholo, desde los intersticios y las combinaciones, continua claro para algunos, como Silvia Rivera, quien sabe de las formas transformacionales de lo indígena en Bolivia, aun cuando critique el “Estado prebendal-colonial” que Evo representa hoy[2].
El gobierno también recurre a las acusaciones de la conspiración y el engaño. Declaró que la embajada de EEUU y abogados vinculados a Sánchez de Lozada estarían detrás de la marcha. Acusó a los indígenas de tierras bajas –sus viejos aliados– de contrabandistas de madera, de financiados por el imperialismo, de conspiradores contra el gobierno popular. Anticipando este debate, García Linera –que llama a la marcha, “marcha de dirigentes”– sacó meses atrás un libro titulado “oenegismo, la enfermedad infantil del derechismo”, denunciando a quienes estarían por detrás de las decisiones indígenas. En sus páginas acusa de ser cómplices de intereses extranjeros y de la elite agroempresarial cruceña a las oenegés de donde salieron varios ministros del MAS, que contribuyeron en la redacción de la Constitución y que ahora apoyan a la causa del TIPNIS[3]. En la misma línea, criticando intereses contrarios a la soberanía nacional, quien firmó como ministro la nacionalización de los hidrocarburos en los primeros meses del gobierno de Evo Morales escribe ahora que la suspensión de la carretera muestra que Bolivia es el único país del mundo en que las oenegés tienen el poder. Soliz Rada atribuye hace tiempo a las oenegés la “invención” de una Bolivia falsamente indígena, y ve entonces la traición no en el proyecto sino en su no continuación[4].
Es que la otra mentira que ahora se estaría desenmascarando, junto con la identidad de Evo, sería la del Estado Plurinacional Comunitario, antes visto como amenaza al Estado de Derecho y riesgo de “etnocracia”, pero ahora como “mera retórica” y propaganda sin efectos en la realidad. Si Evo “no había sido indígena”, tampoco habría habido un Estado Plurinacional y debemos reinterpretar el proceso de los últimos años. El enfrentamiento del TIPNIS reconfigura el campo político y hace desaparecer un pasado reciente donde asistimos la asunción de Evo en Tiwanaku como líder espiritual de los pueblos indígenas del Abya Yala; la cumbre de Tiquipaya donde defendió la Pachamama contra el calentamiento global generado por la industrialización; la Constitución aprobada con reconocimiento a la justicia comunitaria con la misma jerarquía que la estatal; reconocimiento de derechos territoriales ancestrales; oficialización de todas las lenguas indígenas y la autonomía indígena, con su derecho a la autodeterminación. Hoy nos alejamos de eso a la velocidad de la luz, y pasa a no haber existido. Hay disidencias internas con renuncias de ministros y viceministros o expresiones como la de Pablo Solón, ex embajador ante Naciones Unidas y organizador de la cumbre de Tiquipaya que pide a Evo Morales coherencia con el “Vivir Bien”[5].
El lenguaje político también se modifica y por ejemplo el secretario ejecutivo de la CSUTCB (la central campesina) Roberto Coraite, declara que los indígenas del TIPNIS tenían que dejar de vivir “como salvajes”, en un revival del discurso estatal etnocida con que la dictadura en los 60 impulsaba la colonización de tierras “vírgenes”. Son todas expresiones relacionadas con el sujeto político clave de este proceso. A diferencia de crisis anteriores, esta diluye la fuerza que había resultado de las luchas de los últimos años: la unión de indígenas y campesinos. El enfrentamiento de indígenas de tierras bajas con el gobierno y sus bases campesinas y colonizadoras, visualizado especialmente con una brutal represión del 25 de septiembre que buscó impedir la marcha dispersando a los marchantes, separan lo que un proceso de años de encuentros había acercado y combinado. Así, el conflicto del TIPNIS evidenciaría la ruptura política del Pacto de Unidad. El Pacto era el encuentro de las organizaciones campesinas (sindicatos del campo, CSUTCB y “colonizadores”) e indígenas (de tierras altas y bajas, CIDOB y CONAMAQ, hoy en la marcha). De sus discusiones había surgido la categoría política central de la nueva Constitución aprobada en 2009, las “naciones y pueblos indígena originario campesinos” que se construía mientras las organizaciones y constituyentes que la redactaban se negaban a poner comas que separasen dos identidades que en Bolivia se confunden y que representa a quienes juntos idearon el Estado Plurinacional.
La idea de que Evo Morales no es indio es la contra-tesis del Pacto de Unidad como combinación de horizontes políticos que nació del encuentro de migraciones, luchas y articulación política. Si las mayorías que votaron por el MAS no son más indígenas entonces los campesinos son desarrollistas, modernos y colonizados; y los indígenas son minorías con derechos especiales. Bolivia se vuelve, así, un país sin cosas fuera de lugar. Especialmente, un país sin mayorías indígenas que irrumpen en la política. Los indios vuelven a la selva en sus territorios y la política a los partidos y sindicatos. Así pierde sentido la idea de Plurinacional, concepto que buscaba inventar algo más allá del multiculturalismo y el Estado Colonial, sostenido antes en el campo social que como forma jurídica. Sin las tesis del Pacto de Unidad cobra fuerza la posición que defendía la derecha en el proceso constituyente: lo indígena es marginal y Bolivia se explica desde el un mestizaje entendido como síntesis acabada y definitiva de identidades que da lugar a un ser homogéneo nacional. Lo indígena se transforma en folclore y adorno. El propio Evo Morales respondía hace poco lo que ciertos periodistas del diario de la clase media progresista querían escuchar: “Ese denominativo de primer presidente indígena viene del pueblo y de comentarios de analistas. Yo nunca me consideré como primer presidente indígena, pero sí como primer presidente sindicalista”.
Mi lectura esquizoanalítica antes que paranoica trabaja con la hipótesis de que, en lugar de “mera retórica”, “ilusión”, “simbolismo”, “cálculo político” y “falsedad”, había algo cuando se hablaba de descolonización, la plurinacionalidad, la posibilidad del ayllu hoy incluso en las ciudades, o en conceptos que permitían pensar más allá del capital y del Estado, quizás no a partir de lo que decían sino de los silencios que de alguna forma entraron en la Constitución y mantenían su potencia en el proceso de forma inmaterial y no escrita, a pesar de los recortes, revisiones y aclaraciones que la oposición pudiera introducir también en el texto de la Constitución. Eran las ideas que venían de antes y que nacían del encuentro entre lo minoritario con lo popular, a contramano de las dicotomías modernas, poniendo nerviosos a los abogados del pensamiento estatal y, en definitiva, posibilitando “otros mundos” y “otras voces” que hablaron en el proceso boliviano. En ese sentido no diría que Evo Morales “no había sido indígena”, en el sentido de que nunca lo fue y que engañó a todos, como piensa la razón moderna que sólo admite indios como folclore petrificado sin voz política. Diría solamente, y de paso atendiendo a la regla de la autoadscripción, que Evo Morales “no está siendo indígena”, mientras un vector político aleja rápidamente indígenas y campesinos, sepultando el proceso constituyente y el Pacto de Unidad.
La represión cerca de Yucumo, el 25 de septiembre, es producto y productora del escenario de la separación: la salida del gobierno fue la policial, diferente a otros momentos del proceso en que la solución política vino de mano a la movilización. La distancia abismal creada estos días no puede negarse. Pero en ese caso tampoco se trataría de traición o engaño: siempre el gobierno fue claro en su proyecto industrializador, de unidad nacional contra el separatismo en alianza con los militares, de construir un Estado de Bienestar apoyándose en la burguesía nacional. El proyecto político del MAS no se aleja del pragmatismo que domina los otros países de la región. Lo que en Bolivia es diferente es que hay más de un proyecto en juego. Por eso se aprobó una Constitución que busca superar la forma república, considerada colonial, que propone el “Vivir Bien” como alternativa al desarrollo capitalista, que va más allá del derecho a minorías étnicas y busca encontrar formas políticas acordes a un país mayoritariamente indígena donde de distintas formas lo comunitario no es retórico ni declarativo.
Algo de lo que llevó hasta el proceso constituyente y la elección de Evo también se demostró estos días y por eso la complejidad antes que engaño y automatismo estatal para explicar el conflicto. La represión fue durísima y expresa mucho de la cabeza colonial de los que venían a descolonizar especialmente en lo que se refiere a asumir formas estatales de resolver problemas, pero las reacciones del gobierno que vinieron después pueden significar que todavía hay ambigüedad, culpa, y espacio político para pensar en los marcos del Pacto de Unidad. Declararon que no habían mandado a reprimir y que fue responsabilidad de los policías; suspendieron la obra de la ruta por el Territorio Indígena y Parque Nacional, como meses antes el “gasolinazo”, mostrándose abiertos a escuchar la calle. No es aun una victoria de la marcha, porque el parlamento buscará darle aire a la carretera con un referéndum en los departamentos que para nada puede verse como sustituto de la consulta que no se hizo a los pueblos involucrados. Pero la política indígena se fortalece y se entreabren escenarios que no serían los de la separación. Evo Morales podría ser nuevamente el presidente indígena de un Estado Plurinacional, y no el moderno, el desarrollista campesino de la identidad mestiza nacional[6].
Otro elemento de la explicación por la vía de la esquizofrenia, que es la de pensar al gobierno del MAS como parte de un campo de lucha, es el canciller Choquehuanca. Es el ministro indígena, además de campesino, con vínculo con las organizaciones que formaron el Pacto. Defiende el Vivir Bien. Se dice que fue mandado a negociar con la marcha con la intención de quitarlo de ese lugar de respeto que conserva. Celos internos lo habrían mandado a decir que la carretera se haría. Dicen los que participaron, sin embargo, que no habló como los otros ministros que anteriormente negociaron y se entreabría un verdadero diálogo cuando lo llamaron para que vuelva a La Paz. En una nueva visita, el día 23, fue invitado a marchar como forma de romper el bloqueo. Aparentemente fue una decisión espontanea de mujeres indígenas que lo agarraron de la remera para que acompañe, y fue clasificada por el gobierno como toma de rehén, dando lugar a la represión del día 25.
El juego de encontrar discusiones internas puede ser un laberinto sin salida. El debate es más bien si podemos hablar aún de tensiones creativas en Bolivia, como escribió el vicepresidente hace unos meses, o si se trata de contradicciones profundas, como piensa Raúl Prada, su ex compañero de Comuna. La pregunta que está abierta es si sigue siendo posible pensar desde el Pacto de Unidad, articulación política que institucionalmente no existe más pero que expresa el lugar político desde donde se pensó la Constitución. El 12 de Octubre habrá una manifestación masiva en La Paz de las bases campesinas del MAS. Al mismo tiempo se fortalece un bloque en las ciudades sensible a lo ecológico y solidario con los indígenas pero no necesariamente anti-capitalista. Habrá diálogo cuando la marcha entre a La Paz. Serán nuevos escenarios para medir si se fortalece la separación, si Evo Morales seguirá nunca habiendo sido indígena, y si se entierran las banderas de la plurinacionalidad; o si se mantiene en pie un proyecto construido por indígena originario campesinos a partir de la diferencia y la descolonización.
[1] La información sobre la marcha y el conflicto se consigue en: http://www.marcha.ftierra.org/, http://www.indigena.erbol.com.bo/, http://www.bolpress.com/ además de los diarios, los grupos de facebook, http://www.isiborosecure.com/index.html, http://madalbo.blogspot.com/ y http://www.fobomade.org.bo/
[2] Silvia Rivera participa estos días de una vigilia a favor de la marcha junto a mama Tallas de CONAMAQ. Ver su opinión de estos días: http://www.youtube.com/watch?v=yCqVJNnefcw&feature=share
[3] Disponible em: http://www.vicepresidencia.gob.bo/IMG/pdf/el-oenegismo.pdf
[4] Andrés Soliz Rada “Avance decisivo de las ONG en la captura del poder”. Disponible en: http://www.bolpress.com/art.php?Cod=2011100303 También los que defienden la marcha tienen argumentos nacionalistas, contra el subimperialismo brasilero y el proyecto vial de IRSA, entendido como plataforma a servicio de la expansión del capital.
[5] Pablo Solón “Debe haber coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos”. Disponible en: http://cmpcc.org/2011/09/29/debe-haber-coherencia-entre-lo-que-decimos-y-lo-que-hacemos/ Dos disidentes son importantes plumas estos días: ver Raúl Prada (ex constituyente y viceministro) “La Orden” http://horizontesnomadas.blogspot.com/2011/10/la-orden.html?spref=fb y Gustavo
Guzman (embajador en EEUU) “Un sombrerito de paja para el Canciller” http://www.bolpress.com/art.php?Cod=2011100402 Junto a ellos dos otros intelectuales firmaron meses atrás un manifiesto por la reconducción del proceso. Otro de los firmantes es Alejandro Almaraz, ex viceministro de tierras y muy activo sumándose a la marcha y no descartando crear una alternativa electoral al MAS. Ver el manifiesto, que sirve también para entender la coyuntura del gasolinazo: http://rebelion.org/noticia.php?id=131653
[6] Raúl Zibechi escribió en La Jornada, mientras se iniciaba la marcha, algo así como que con la marcha de 1990 se abre el proceso y con la del TIPNIS se cierra. Estos días, sin embargo, reconoce a Evo Morales como el único presidente que en los últimos años ha pedido perdón a quienes se oponen a sus proyectos, y que en Bolivia todavía es posible que los de abajo decidan. Ver: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=136593&titular=la-obstinada-potencia-de-la-descolonización-
[…] El TIPNIS fue un punto de inflexión en Bolivia, en 2011, cuando el gobierno del MAS impulsó una campaña y operación política para la construcción de una carretera que atravesaría el mayor parque nacional y territorio indígena del país, con oposición de los pueblos indígenas y las centrales históricas que fueron brutalmente reprimidas. En febrero de 2021, como jefe de campaña para las elecciones regionales, Evo Morales ofreció continuar la construcción de la carretera a cambio del voto por su candidato en el departamento del Beni. En su tuit, Yaku Pérez comparaba a Correa con Evo Morales a partir de varios rasgos: “Ambos apostaron x reelección, autoritarismo, machismo, extractivismo y populistas”. Son posiciones coherentes con la postura del movimiento indígena en el continente, y no una postura de cara a elecciones. […]