Este texto escrito en 1995 -editado en Dialogues, 1996, Flammarion, pp. 179-185- es el último texto que se conoce de Gilles Deleuze.
ACTUAL Y VIRTUAL
Gilles Deleuze
Primera parte
La filosofía es la teoría de las multiplicidades. Toda multiplicidad implica a la vez elementos actuales y elementos virtuales. No existe objeto alguno que sea únicamente actual. Lo actual siempre se ve rodeado de una niebla de imágenes virtuales. Esa niebla se eleva de circuitos coexistentes medianamente [más o menos] extensos, sobre los cuales las imágenes virtuales se distribuyen y se desplazan. Es así que una partícula actual emite y absorbe virtuales más o menos próximos, de diferentes órdenes. Les llamamos virtuales en tanto que su emisión y su absorción, su creación y su destrucción se realizan en un tiempo más corto que el mínimo de tiempo continuo pensable y en tanto que esta brevedad les mantiene bajo un principio de incertidumbre o de indeterminación. Todo actual se ve rodeado siempre de círculos de virtualidades siempre renovados, cada uno de los cuales emite otros, y todos y cada uno de ellos rodea y reacciona sobre lo actual (“en el centro de la nebulosa de lo virtual se encuentra otro virtual de orden más elevado…cada particular virtual se rodea de su cosmos virtual y cada una a su vez hace lo mismo indefinidamente… (1)”). En virtud de la identidad dramática de los dinamismos, una percepción es como una partícula: una percepción actual está rodeada de una nebulosa de imágenes virtuales que se distribuyen sobre circuitos movedizos cada vez más distantes, cada vez más amplios, que se hacen y deshacen. Son recuerdos de distintos órdenes: les llamamos imágenes virtuales en tanto que su velocidad o su brevedad les mantiene aquí bajo un principio de inconsciencia.
Las imágenes virtuales son tan poco separables del objeto actual cuanto este de aquellas. Es en virtud de este mutuo enlace que las imágenes virtuales son capaces de reaccionar sobre los objetos actuales. Desde este punto de vista, las imágenes virtuales delimitan, en el conjunto de círculos o en cada círculo, un continuum, un spatium –espacio- determinado en cada caso por un máximo de tiempo pensable. A estos círculos más o menos amplios de imágenes virtuales, les corresponden capas de más o menos profundas del objeto actual. Estas capas, ellas mismas virtuales, y en las que el objeto actual se vuelve a su vez virtual, constituyen el impulso total del objeto (2). Objeto e imagen son aquí ambos virtuales, y constituyen el plano de inmanencia en el que el objeto actual se disuelve. Pero lo actual ha pasado entonces por un proceso de actualización que afecta tanto a la imagen como al objeto. El continuum de imágenes virtuales está fragmentado, el spatium se recorta conforme a descomposiciones regulares o irregulares del tiempo. El impulso total del objeto virtual se escinde en fuerzas que corresponden al continuum parcial, y en velocidades que recorren el spatium ya recortado (3). Lo virtual nunca es independiente de las singularidades que lo recortan y lo dividen en el plano de inmanencia. Como lo ha mostrado Leibniz, la fuerza es un virtual en proceso de actualización, tanto como el espacio en el que ella se desplaza. El plano se divide pues en una multiplicidad de planos, siguiendo los cortes del continuum y las divisiones del impulso que marcan una actualización de los virtuales. Pero todos los planos forman uno (son uno), siguiendo el camino que lleva a lo virtual. El plano de inmanencia contiene a la vez lo virtual y su actualización, sin que pueda existir un límite asignable entre ambos. Lo actual es el complemento o el producto, el objeto de la actualización, pero ésta no tiene por sujeto sino lo virtual. La actualización le pertenece a lo virtual. La actualización de lo virtual es la singularidad, mientras que lo actual es la individualidad constituida. Lo actual cae fuera del plano como un fruto, mientras que la actualización lo vuelve a traer al plano como aquello que reconvierte al objeto en sujeto.
Segunda parte
Hemos considerado hasta ahora el caso en el que un actual está rodeado de otras virtualidades cada vez más extendidas, cada vez más distantes y diversas: una partícula crea efímeros, una percepción evoca recuerdos. Pero el movimiento inverso también se requiere: cuando los círculos se estrechan, lo virtual se acerca a lo actual para distinguirse cada vez menos de él. Llegamos a un circuito interior que tan solo reúne el objeto actual y su imagen virtual: una partícula actual tiene su doble virtual que no se separa sino muy poco de ella; la percepción actual tiene su propio recuerdo como una especie de doble inmediato, consecutivo o incluso simultáneo. En efecto, como lo mostraba Bergson, el recuerdo no es una imagen actual que se formaría después del objeto percibido, sino la imagen virtual que coexiste con la percepción actual del objeto. El recuerdo es la imagen virtual contemporánea del objeto actual, su doble, su “imagen espejo” (4). Por tanto hay coalescencia y escisión, o más bien oscilación, intercambio perpetuo entre el objeto actual y su imagen virtual: la imagen virtual no deja de devenir actual, como un espejo que se apropia del personaje, lo engulle, y a su vez, no le deja más que una virtualidad a la manera de La dama de Shanghai (película de Orson Welles). La imagen virtual absorbe toda la actualidad del personaje, al mismo tiempo que el personaje actual ya no es más que una virtualidad. Este intercambio perpetuo de lo virtual y de lo actual es lo que define un cristal. Es en el plano de inmanencia donde aparecen los cristales. Lo actual y lo virtual coexisten y entran en un estrecho circuito que nos reconduce constantemente de uno a otro. Ya no es una singularización, sino una individuación como proceso, lo actual y su virtual. Ya no es una actualización sino una cristalización. La pura virtualidad ya no tiene que actualizarse, ya que es estrictamente correlativa de lo actual con el que forma el circuito más pequeño. No es ya la imposibilidad de asignar los términos “actual” y “virtual” para distinguir objetos, sino la indiscernibilidad entre los dos términos que se intercambian.
Objeto actual e imagen virtual, objeto devenido virtual e imagen devenida actual, son las figuras que aparecen en la óptica elemental (5). Pero, en todos casos, la distinción de lo actual y lo virtual corresponde a la escisión más fundamental del Tiempo, cuando éste avanza diferenciándose según dos grandes vías: hacer pasar el presente y conservar el pasado. El presente es un dato variable medido por un tiempo continuo, esto es, por un movimiento que suponemos va en una única dirección: el presente pasa en la medida en que este tiempo se agota. Es el presente que pasa, que define lo actual. Pero por su parte, lo virtual aparece en un tiempo más pequeño que aquel que mide el mínimo de movimiento en una dirección única. Es por eso que lo virtual es efímero. Pero es también en lo virtual donde el pasado se conserva, puesto que lo efímero no cesa de continuar en un siguiente más pequeño, que remite a un cambio de dirección. El tiempo más pequeño que el mínimo de tiempo pensable en una dirección, es también el tiempo más largo, más largo que el máximo de tiempo continuo pensable en todas las direcciones. El presente pasa (a su escala), mientras que lo efímero conserva y se conserva (a su escala). Los virtuales comunican inmediatamente por encima de lo actual que lo separa. Los dos aspectos del tiempo, la imagen actual del presente que pasa y la imagen del pasado que se conserva, se distinguen en la actualización, teniendo un límite inasignable, pero intercambiándose en la cristalización, hasta devenir indiscernibles, cada uno apropiándose del papel del otro.
La relación de lo actual y lo virtual siempre constituye un circuito, pero de dos maneras: o bien lo actual remite a virtuales como a otras cosas en bastos circuitos, donde lo virtual se actualiza, o bien lo actual remite a lo virtual como a su propio virtual en los más pequeños circuitos donde lo actual se cristaliza con lo virtual. El plan de inmanencia contiene a la vez la actualización como relación de lo virtual con otros términos y así mismo lo actual como término con el que lo virtual se intercambia. En todos los casos, la relación de lo actual y de lo virtual no es la misma que podemos establecer entre dos actuales. Los actuales implican individuos ya constituidos, y determinaciones por puntos ordinarios; mientras que la relación de lo actual y de lo virtual forma una individuación en acto o una singularización por puntos singulares que habrá que determinar en cada caso.
Notas
- 1) Michel Cassé, Du vide et de la création, Editions Odile Jacob, pp. 72-73. Y el estudio de Pierre Lévy, Qu’est-ce que le virtuel?, Éd. de la Découverte.
- 2) Bergson, Matiére et mémorie, Éd. du Centenaire, p. 250 (los capítulos II y III analizan la virtualidad del recuerdo y su actualización).
- 3) Cf. Gilles Chatelet, Les Enjeux du mobile, Éd. du Seuil,pp. 54-68 (de la “velocidades virtuales” a los “recortes virtuales”).
- 4) Bergson, L´Énergie spirituelle, “el recuerdo del presente…”, pp. 917-920. Bergson insiste en los dos movimientos, en dirección a círculos cada vez más amplios , en dirección a un círculo cada vez más estrecho.
- 5) A partir del objeto actual y de la imagen virtual, la óptica muestra en qué caso el objeto se torna virtual, y, la imagen, actual; muestra después como el objeto y la imagen se tornan ambos actuales, o ambos virtuales